ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 28 de noviembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

2Crónicas 34,14-33

Cuando estaban sacando el dinero traído a la Casa de Yahveh, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la Ley de Yahveh dada por Moisés; y Jilquías tomó la palabra y dijo al secretario Safán: "He encontrado el libro de la Ley en la Casa de Yahveh"; y Jilquías entregó el libro a Safán. Safán llevó el libro al rey, y le rindió cuentas diciendo: "Tus siervos están haciendo todo lo que les ha sido encargado. Han fundido el dinero traído a la Casa de Yahveh y lo han entregado a los encargados y a los que trabajan en la obra." El secretario Safán anunció al rey: "El sacerdote Jilquías me ha entregado un libro." Y Safán leyó una parte en presencia del rey. Cuando el rey oyó las palabras de la Ley, rasgó sus vestidos, y ordenó a Jilquías, a Ajicam, hijo de Safán, a Abdón, hijo de Miká, a Safán, secretario, y a Asaías, servidor del rey: ¡Id!; consultad a Yahveh por mí y por el resto de Israel y de Judá, acerca de las palabras del libro que ha sido encontrado, porque grande es la cólera de Yahveh que se derrama sobre nosotros; pues nuestros padres no han guardado la palabra de Yahveh haciendo conforme a todo lo escrito en este libro. Jilquías y los enviados del rey fueron donde la profetisa Juldá, mujer de Sallum, hijo de Toqhat, hijo de Jasrá, encargado del vestuario; vivía ella en Jerusalén, en la ciudad nueva; y ellos le hablaron conforme a lo indicado; ella les respondió: "Así habla Yahveh, el Dios de Israel: Decid al hombre que os ha enviado a mí: Así habla Yahveh: Voy a traer el mal sobre este lugar y sobre sus habitantes; todas las maldiciones escritas en el libro que se ha leído delante del rey de Judá; porque ellos me han abandonado y han quemado incienso a otros dioses, irritándome con todas las obras de sus manos; mi cólera se ha derramado sobre este lugar y no se apagará. Y al rey de Judá que os ha enviado para consultar a Yahveh, le diréis: Así dice Yahveh, Dios de Israel, acerca de las palabras que has oído... Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de Dios al oír sus palabras contra este lugar y sus habitantes, y porque te has humillado ante mí, has rasgado tus vestidos y has llorado ante mí, por eso yo, a mi vez, he oído, oráculo de Yahveh. Voy a reunirte con tus padres y serás recibido en paz en tu sepulcro; y no verán tus ojos ninguno de los males que voy a traer sobre este lugar y sus moradores." Ellos llevaron la respuesta al rey. Entonces el rey hizo reunir a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén. Subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas, y todo el pueblo desde el mayor hasta el menor, y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la alianza que había sido encontrado en la Casa de Yahveh. Y puesto en pie junto a la columna, hizo el rey alianza en presencia de Yahveh, para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos, con todo su corazón y con toda su alma, cumpliendo las palabras de la alianza escritas en aquel libro. Hizo que la aceptaran cuantos se hallaban en Jerusalén y en Benjamín. Y los habitantes de Jerusalén hicieron conforme a la alianza de Dios, el Dios de sus padres. Josías hizo desaparecer todas las abominaciones de todas las regiones de los israelitas, y obligó a todos los que se hallaban en Israel a servir a Yahveh su Dios. Y mientras él vivió no se apartaron de Yahveh, el Dios de sus padres.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mientras están trabajando en el templo y justo cuando recogen el dinero que estaba depositado allí, sucede un hecho que diferencia a Josías del resto de los reyes, tanto sus predecesores como sus sucesores: encuentran el libro de la ley, escrito por la mano de Moisés. En Oriente, encontrar el libro tiene un significado emblemático para la renovación de la vida. El Cronista supone que los reyes judíos conocían la ley: su salvación o destrucción depende de si observan o no las prescripciones de la ley. ¿Qué significa entonces el descubrimiento del libro? No es sólo encontrar un libro. El Cronista quiere enfatizar la importancia de la interpretación del libro que da la profetisa. Ella amonesta a Josías y comprende todo lo que ha sucedido hasta ese momento en la vida del pueblo de Israel y en sus reyes. Y por eso se ha encontrado el libro. La verdadera renovación no está en las trasformaciones materiales, que son importantes, sino en escuchar de manera atenta al Señor. La lectura del libro de la Ley condena a Israel, justo cuando acaban de acabar las obras de purificación y remodelación. Josías se sorprende, y desmoralizado, se rasga las vestiduras y llora. En realidad el escuchar las palabras de la Ley le ha abierto los ojos sobre todas las trasgresiones cometidas en el pasado y que pesaban todavía sobre la comunidad. La referencia a los antepasados no significa declarar la propia inocencia personal. El rey no se distancia de la historia pasada, al contrario se siente unido a la larga tradición de un comportamiento pecaminoso cuyos efectos ve claramente mientras le leen las palabras escritas en el Libro. Es la actitud de un creyente humilde que siente la urgencia de escuchar la predica de la profetisa: "Seguramente el Señor está muy enojado contra nosotros, pues nuestros padres no han guardado la palabra del Señor y no han obrado conforme a todo lo escrito en este libro" (v. 21). El relato de la consulta a la profetisa Culda no pretende una confirmación de la validez del libro encontrado -ya estaba convencido-, sino pedirle que interceda ante el Señor por él, por el resto de Israel y por Judá. La respuesta de la profetisa confirma el contenido del libro, que anuncia el juicio sobre Jerusalén, templo y habitantes incluidos. Añade que el Señor bendice al rey que se ha humillado al escuchar las palabras de maldición. Por esto, la realización de la ira divina tendrá lugar después de su muerte. La actitud de humildad de Josías, que se rasga las vestiduras y llora, es una sugerencia para todos los creyentes, para que sientan la responsabilidad del pasado, del presente y piensen también en el futuro de la comunidad. El rey reúne a los ancianos de Judá y de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas y todo el pueblo y a todos les lee el "libro de la alianza". El pacto con el Señor es inviolable. Y por consiguiente la alianza entre el Señor e Israel continúa. No por la lealtad de Israel sino por la misericordia sin límite de Dios. Y en cualquier caso Israel tiene que renovar los compromisos y ponerlos en práctica. El efecto inmediato de la lectura del "libro de la alianza" y el confiar en la Palabra de Dios, fue lo que hizo, primero Josías y después todo el pueblo (vv. 31-32). La palabra ha reunificado Israel.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.