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Oración por la Paz

Recuerdo de Lázaro de Betania. Oración por todos los enfermos graves y por los moribundos. Recuerdo de los que han muerto de Sida. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 17 de diciembre

Recuerdo de Lázaro de Betania. Oración por todos los enfermos graves y por los moribundos. Recuerdo de los que han muerto de Sida.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 1,1-17

Libro de la generación de Jesucristo,
hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac,
Isaac engendró a Jacob,
Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara,
Fares engendró a Esrom,
Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab,
Aminadab engendró a Naassón,
Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz,
Booz engendró, de Rut, a Obed,
Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David.
David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam,
Roboam engendró a Abiá,
Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat,
Josafat engendró a Joram,
Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam,
Joatam engendró a Acaz,
Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés,
Manasés engendró a Amón,
Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos,
cuando la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia,
Jeconías engendró a Salatiel,
Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud,
Abiud engendró a Eliakim,
Eliakim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq,
Sadoq engendró a Aquim,
Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar,
Eleazar engendró a Mattán,
Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María,
de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Desde ahora la liturgia de la Iglesia quiere acercarnos cada vez más al misterio de la Navidad. Y en estos días nos presenta los pasajes de los Evangelios de la infancia, que únicamente narran Mateo y Lucas. A diferencia de Juan, que abre con la descripción del origen divino Jesús, y de Marcos que comienza con la predicación del Bautista, Mateo y Lucas se detienen a describir algunos episodios relativos al nacimiento y a la infancia de Jesús. Mateo abre su Evangelio con la descripción del árbol genealógico de Jesús. También Lucas trae la genealogía de Jesús, pero solo al final del capítulo tercero. Las dos listas difieren entre sí. Desde David a José coinciden solo en dos nombres. Esto sucede porque Mateo prefiere la sucesión dinástica mientras Lucas la natural. Mateo, que se dirige a los cristianos tanto de origen judío como pagano, a través de su lista de nombres quiere conducir a sus lectores para que descubran que Jesús es «hijo de David» e «hijo de Abrahán», dos títulos que presentan a Jesús como el cumplimiento de la promesa de Dios. El plan de salvación que Dios está realizando y que encuentra su culminación en el nacimiento de Jesús no es una improvisación. El Señor empezó a prepararlo desde muy lejos, desde Abraham y David. Y a través de las generaciones el Señor ha guiado la historia de Israel hasta conducirla a su cumplimiento: hasta «José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo». Esta página evangélica, aparentemente árida por la larga lista de nombres, nos recuerda que Jesús no vive fuera de la historia de los hombres, es más, la atraviesa hasta lo más profundo hasta cumplirla. Y no carece de significado que en la lista de Mateo, tras los nombres que van desde Abrahán hasta David (vv. 1-11), solo se conozcan los dos primeros (Salatiel y Zorobabel) y los dos últimos (José y María), mientras las demás son personas desconocidas. Ellas, aun no habiendo realizado obras extraordinarias, han entrado en la historia de amor de Dios. Si así ha sido para ellas, lo puede ser también para nosotros. En Jesús todas las generaciones pueden encontrar consuelo y salvación. Jesús no pertenece a una sola cultura o a una única civilización. Quien se adhiere a él pertenece a la gran historia de Dios. Jesús recapitula en sí todas las cosas, como escribirá el apóstol Pablo. No es casualidad, por tanto, que en la lista entren también algunas mujeres paganas, como Rajab y Rut, o bien mujeres manchadas de culpa como Tamar y la mujer de Urías. Jesús es el «rey» de Israel y de todos los pueblos, es el que salva y redime a los justos y a los pecadores, a los hombres y a las mujeres, nadie está excluido de su misericordia. La única condición es acogerla. En la lista genealógica de Mateo podemos –si así lo deseamos– incluir también nuestros nombres y los de nuestros seres queridos o los de quienes encontramos con amor. El Señor Dios ha elegido caminar mezclándose con nosotros: Jesús es de verdad el Emmanuel, Dios con nosotros.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.