ORACIÓN CADA DÍA

Oración del tiempo de Navidad
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración del tiempo de Navidad
Sábado 12 de enero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan 3,22-30

Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel. Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron, pues, donde Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él.» Juan respondió: «Nadie puede recibir nada
si no se le ha dado del cielo. Vosotros mismos me sois testigos de que dije: "Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él." El que tiene a la novia es el novio;
pero el amigo del novio,
el que asiste y le oye,
se alegra mucho con la voz del novio.
Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca
y que yo disminuya.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En este último día del tiempo de Navidad viene a nuestro encuentro una página del Evangelio de Juan que nos presenta el último testimonio del Bautista sobre Jesús, antes de que sea encarcelado por Herodes. El precursor y Jesús, aun predicando simultáneamente, son muy diferentes entre sí. No se trata de la simple diversidad geográfica (Jesús bautizaba en Judea, en el bajo Jordán, mientras el Bautista en Salim, hacia el norte), como de la diversidad de su misión. Viendo que la figura de Jesús está creciendo en el corazón de la gente, Juan Bautista clarifica una vez más que es Jesús el enviado de Dios y no él. En efecto, Juan Bautista quiere que sus discípulos y la multitud que acudió a él comprendan que Jesús es el Mesías. Por tanto es a Jesús a quien deben acoger y seguir. Para hacer comprender su misión el Bautista hace la comparación de las bodas: él ha venido para preparar las bodas, para llamar la atención de la esposa, es decir, del pueblo de Israel, para que acoja al esposo que va a venir y para que viva la fiesta nupcial. Por tanto no deben ir hacia él sino hacia el esposo, Jesús de Nazaret. Este testimonio del Bautista evoca el deber de todo predicador: preparar el corazón de quien escucha para acoger al Señor. Pero es también una tarea de cada creyente, es decir, ayudar a las personas que encuentra a acoger a Jesús en el corazón. Es el sentido de la extraordinaria afirmación de Juan «que él crezca y yo disminuya». Cuántas veces estamos dominados por nuestro protagonismo, por nuestro querer aparecer en escena. Cada uno de nosotros debe disminuir en orgullo para que crezca en nosotros y en los demás el amor por Jesús. Una vez más el Bautista está ante nosotros y nos enseña cómo ser discípulos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.