ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 7 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Primera Corintios 10,1-13

No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar; y todos fueron bautizados en Moisés, por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no fueron del agrado de Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Estas cosas sucedieron en figura para nosotros para que no codiciemos lo malo como ellos lo codiciaron. No os hagáis idólatras al igual de algunos de ellos, como dice la Escritura: «Sentóse el pueblo a comer y a beber y se levantó a divertirse.» Ni forniquemos como algunos de ellos fornicaron y cayeron muertos 23.000 en un solo día. Ni tentemos al Señor como algunos de ellos le tentaron y perecieron víctimas de las serpientes. Ni murmuréis como algunos de ellos murmuraron y perecieron bajo el Exterminador. Todo esto les acontecía en figura, y fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la plenitud de los tiempos. Así pues, el que crea estar en pie, mire no caiga. No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El apóstol exhorta a la comunidad a no abandonarse a una falsa seguridad considerando suficiente pertenecer a la Iglesia. Para obtener la salvación no basta con decirse cristiano, con participar en ritos religiosos o dejarse llevar por las obras. Ni siquiera a los israelitas les bastó con formar parte del pueblo de Dios, estar bajo la nube, atravesar el mar, comer el mismo «alimento espiritual» y beber de la misma «roca» para huir de la muerte, mientras se abandonaban a la murmuración y a la búsqueda práctica de su propio bienestar. Por tanto, estemos atentos para no creer que estamos a salvo: «No forniquemos… no tentemos al Señor… ni murmuremos…» (vv. 8-10). Pablo, con gran franqueza, dice: «El que crea estar en pie, mire no caiga». A todos se nos invita a reconocer nuestra debilidad, nuestra fragilidad. Y cada día debemos pedir ayuda al Señor. En la oración del Padrenuestro, Jesús –según la traducción más correcta– nos invita a decir: «No nos abandones en la tentación». En efecto, el apóstol Pablo nos asegura que el Señor nos ayuda siempre a superar las tentaciones. Su ayuda nos llega con la gracia del Espíritu derramado en nuestros corazones, –que es también «fuerza»–, así como a través de la compañía de los hermanos y hermanas, que son la primera ayuda preciosa que se nos da para vivir según el Evangelio y escapar a las cadenas del pecado. El amor que nos tienen el Señor y los hermanos es la garantía de nuestra estabilidad. A nosotros solo se nos pide que nos dejemos amar y ayudar: quien piensa que puede vivir y actuar por su cuenta se condena a sí mismo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.