ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Martes 20 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jeremías 21,1-14

Palabra dirigida a Jeremías de parte de Yahveh, cuando el rey Sedecías mandó donde él a Pasjur, hijo de Malkiyías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, a decirle: Ea, consulta de nuestra parte a Yahveh, porque el rey de Babilonia, Nabucodonosor, nos ataca. A ver si nos hace Yahveh un milagro de los suyos, y aquél se retira de encima de nosotros. Díjoles Jeremías: "Así diréis a Sedecías: Esto dice Yahveh, el Dios de Israel: Mirad que yo hago rebotar las armas que tenéis en las manos y con las que os batís contra el rey de Babilonia y contra los caldeos que os cercan extramuros, y las amontonaré en medio de esta ciudad. Yo voy a batirme contra vosotros con mano fuerte y tenso brazo, con ira, con cólera y con encono grande. Heriré a los habitantes de esta ciudad, hombres y bestias, con una gran peste; ¡morirán! Y tras de esto - oráculo de Yahveh - entregaré al rey de Judá, Sedecías, a sus siervos y al pueblo que en esta ciudad quedare de la peste, de la espada y del hambre, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de sus enemigos y de los que buscan su muerte. El los herirá a filo de espada. No les dará cuartel, ni les tendrá clemencia ni lástima." Y a ese pueblo le dirás: "Así dice Yahveh: Mirad que yo os propongo el camino de la vida y el camino de la muerte. Quien se quede en esta ciudad, morirá de espada, de hambre y de peste. El que salga y caiga en manos de los caldeos que os cercan, vivirá, y eso saldrá ganando. Porque me he fijado en esta ciudad para su daño, no para su bien - oráculo de Yahveh -: será puesta en manos del rey de Babilonia, que la incendiará." A la casa real de Judá. ¡Oíd la palabra de Yahveh, casa de David! Así dice Yahveh:
Haced justicia cada mañana,
y salvad al oprimido de mano del opresor,
so pena de que brote como fuego mi cólera,
y arda y no haya quien apague,
a causa de vuestras malas acciones. Mira que por ti va, población del valle,
la Roca del Llano
- oráculo de Yahveh -:
vosotros, los que decís: "¿Quién se nos echará
encima?
¿quién entrará en nuestras guaridas?" (Yo os visitaré según el fruto de vuestras acciones - oráculo de Yahveh -.)
Encenderé fuego en su bosque,
y devorará todos sus contornos.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El rey ordena a algunos que le pidan a Jeremías que consulte al Señor sobre el futuro de su pueblo. Estamos en un momento difícil: Nabucodonosor, rey de Babilonia, la potencia ascendente de la época, está a punto de conquistar Jerusalén. ¿Qué hay que hacer? ¿Rendirse ante el invasor o resistir y plantar batalla? La postura de Jeremías es clara. Invita en varias ocasiones al rey y al pueblo a que se entreguen a los babilonios, a evitar una guerra en la que no vencerían. No es la actitud de un hombre acomodadizo, que cede a la violencia de un pueblo fuerte y sin escrúpulos, como eran los babilonios. Jeremías sabe que no sirve de nada oponerse, es más, que la resistencia no hará sino aumentar las trágicas consecuencias de la guerra. El profeta tiene una postura no compartida, como se ve en otros textos. Por eso le pondrán trabas hasta el final. No obstante, en esta situación difícil el profeta no se interesa solo por el futuro político de su pueblo, sino que continúa hablando en defensa de la justicia: «¡Oíd la palabra del Señor, casa de David! Así dice el Señor: Haced justicia cada mañana y salvad al oprimido de mano del opresor». Aplicar la justicia, sobre todo con los pobres, es uno de los llamamientos esenciales de la palabra profética, desde Amós hasta Malaquías. Paz y justicia son dos realidades que se deben encontrar en la vida de cada uno y en la pública, como afirma el salmista: «Amor y Verdad se han dado cita, Justicia y Paz se besan; Verdad brota en la Tierra, Justicia se asoma desde el cielo» (Sal 85,11-12). Con demasiada frecuencia se habla de aquellas dos realidades como si fueran opuestas. Los cristianos están llamados a vivir esta situación en cualquier lugar, sin ideologías, sino más bien aprendiendo a ser de los que «trabajan por la paz», como indicó Jesús en las bienaventuranzas. El ansia de paz ayudará a aplicar una justicia que se cruza con el amor, y cuya implementación es la verdad. En un mundo que parece tolerar e incluso justificar la guerra como factor de justicia, la Palabra de Dios nos advierte para que en toda ocasión trabajemos para una justicia que nunca va separada del compromiso por la paz.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.