ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Lunes 26 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jeremías 23,1-8

¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos! - oráculo de Yahveh -. Pues así dice Yahveh, el Dios de Israel, tocante a los pastores que apacientan a mi pueblo: Vosotros habéis dispersado las ovejas mías, las empujasteis y no las atendisteis. Mirad que voy a pasaros revista por vuestras malas obras - oráculo de Yahveh -. Yo recogeré el Resto de mis ovejas de todas las tierras a donde las empujé, las haré tornar a sus estancias, criarán y se multiplicarán. Y pondré al frente de ellas pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas, ni faltará ninguna - oráculo de Yahveh -. Mirad que días vienen - oráculo de Yahveh -
en que suscitaré a David un Germen justo:
reinará un rey prudente,
practicará el derecho y la justicia en la tierra. En sus días estará a salvo Judá,
e Israel vivirá en seguro.
Y este es el nombre con que te llamarán:
"Yahveh, justicia nuestra." Por tanto, mirad que vienen días - oráculo de Yahveh - en que no se dirá más: "¡Por vida de Yahveh, que subió a los hijos de Israel de Egipto!", sino: "¡Por vida de Yahveh, que subió y trajo la simiente de la casa de Israel de tierras del norte y de todas las tierras a donde los arrojara!", y habitarán en su propio suelo.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

«¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos!»: son palabras durísimas contra los responsables de Israel que ya no guían al rebaño que el Señor les ha confiado. Para ocuparse de ellos mismos han olvidado al pueblo de Dios. Son tan distantes que parece que la gente les moleste. Ya no tienen la conciencia de la responsabilidad de ser pastores y han empezado a hacer el mal. Y las ovejas del rebaño, sin ningún guía, van hacia la perdición. Nos podemos preguntar si es posible cambiar nuestros sentimientos y abandonar lo que era el tesoro más preciado. Cuando la maldad domina la vida, cuando el mal se convierte en costumbre, cuando el egocentrismo supera las barreras, los pastores se hacen mercenarios: los que deberían actuar por el bien de todos y especialmente de los más pequeños, deciden preocuparse más de ellos mismos que del bien de los demás. Entonces es el Señor el que interviene y asume la defensa de los pobres y los necesitados, de aquella parte del rebaño que soporta las heridas graves, que soporta muchos dolores, y que no encuentra a quien se ocupe de ellos. La misericordia es el nombre siempre nuevo del Señor que carga a sus espaldas a las ovejas solas y dispersas. Y es él quien suscita a nuevos pastores según los sentimientos de su corazón para que guíen a las ovejas hacia los pastos, para que las amen con un amor estable y atento. Los nuevos pastores son amigos de los pobres y no permiten que nadie se pierda, que quede a merced del miedo o del desaliento, o bien que quede desconsolado. Los pobres –a semejanza del pueblo del Señor– muchas veces están exiliados, lejos de su tierra. Los nuevos pastores, guiados por un germen justo, el mesías-rey que practica la justicia remedia todo entuerto, serán capaces de dar reposo a la humanidad de los más pequeños y ofrecerles la paz y la felicidad. El Señor Jesús llama a sus discípulos y los constituye en defensores de los pobres, y hace de esto uno de los signos más claros de la llegada del Reino de Dios a la Tierra.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.