ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de san Jerónimo, doctor de la Iglesia, que murió en Belén el 420. Tradujo la Biblia al latín. Oración para que la voz de la Escritura se oiga en toda lengua. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 30 de septiembre

Recuerdo de san Jerónimo, doctor de la Iglesia, que murió en Belén el 420. Tradujo la Biblia al latín. Oración para que la voz de la Escritura se oiga en toda lengua.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 9,51-56

Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?» Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Con este pasaje Lucas empieza la sección central de su Evangelio: el viaje de Jesús con los discípulos hacia Jerusalén que terminará con la ascensión de Jesús al cielo y su retorno al Padre. Hasta ahora Jesús ha estado en Galilea, pero sabía que el Evangelio –aun a costa de su muerte– debía ser predicado en Jerusalén, en el corazón del pueblo de Israel. Los discípulos querían detenerlo, pero Jesús "se afirmó" –con estas palabras el evangelista demuestra la firme voluntad del Maestro– en ir a Jerusalén. No se quedó en los lugares que para él eran habituales y seguros, a salvo de la violencia de los enemigos. En definitiva, no quiso ceder a la tentación de la tranquilidad de su entorno habitual, como sí hacemos a menudo muchos de nosotros, que tal vez nos amparamos en la escusa de nuestros límites, de nuestra diócesis, de nuestra parroquia, de nuestros barrios, etcétera. El Evangelio no soporta limitaciones y provincialismos, aunque eso comporte dificultades y enfrentamientos. El papa Francisco repite que el Evangelio debe ir por las calles y recorrer las periferias humanas y de la existencia. Allí está su destino, porque allí es donde debe llevar liberación y alivio. Desde el inicio de su predicación, es más, desde el inicio de su vida –solo hay que pensar en la violencia homicida de Herodes– Jesús encuentra hostilidad y rechazo, pero nada le detiene. La obediencia al Padre y la urgencia de comunicar el Evangelio del amor tienen el primado absoluto en su vida. Por eso con decisión, es decir, obedeciendo gustosamente y con radicalidad a Dios, sale hacia Jerusalén. El evangelista indica que envió delante de él a algunos discípulos con el encargo de "prepararle posada". La primera etapa era un pueblo de Samaría. Al llegar al pueblo los discípulos se encuentran frente a un claro rechazo por parte de los samaritanos del lugar. Era tanta su hostilidad hacia la capital judía que no querían que fueran hacia Jerusalén. Santiago y Juan –enojados con razón– querrían exterminar todo el pueblo. Pero Jesús contesta con el amor ante la frialdad de aquellos que no quieren acogerle y reprocha duramente –según el evangelista Lucas– el "celo" violento de los dos discípulos. Una vez más se ve con claridad la visión evangélica de la vida que Jesús nos propone: para él no hay enemigos contra los que luchar o a los que destruir, sino únicamente personas a las que amar para que sean fraternas. Y los discípulos están llamados a continuar su misión de preparar los corazones de los hombres para acoger al Señor, sabiendo que Él no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.