ORACIÓN CADA DÍA

Te Deum
Palabra de dios todos los dias

Te Deum

Agradecimiento al Señor por el año transcurrido. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Te Deum
Miércoles 31 de diciembre

Agradecimiento al Señor por el año transcurrido.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Primera Juan 2,18-21

Hijos míos,
es la última hora.
Habéis oído que iba a venir un Anticristo;
pues bien, muchos anticristos han aparecido,
por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora.
Salieron de entre nosotros;
pero no eran de los nuestros.
Si hubiesen sido de los nuestros,
habrían permanecido con nosotros.
Pero sucedió así
para poner de manifiesto
que no todos son de los nuestros. En cuanto a vosotros,
estáis ungidos por el Santo
y todos vosotros lo sabéis. Os he escrito,
no porque desconozcáis la verdad,
sino porque la conocéis
y porque ninguna mentira
viene de la verdad.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.
Aleluya, aleluya, aleluya.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Al final de este año escuchamos este pasaje de la primera carta de Juan que comienza afirmando que esta “es la última hora”. Con el antiguo himno del Te Deum, la tradición pastoral de la Iglesia nos hace cantar la acción de gracias al Señor por los días que nos ha dado. Sabemos bien que es una fecha convencional, pero es bueno recordar que el tiempo no es una dimensión indiferente y que los días no son eternos. Los días y los años pasan y a nosotros se nos pide vivirlos en la presencia de Dios. En efecto, la historia no es un envoltorio vacío: es el lugar donde se produce nuestra salvación, el lugar donde se afronta la dura batalla entre el bien y el mal, entre la libertad del amor y la esclavitud del pecado. Juan subraya esta batalla evocando la presencia de los falsos profetas identificados con el anticristo. Es la última hora, es decir, es el tiempo de la batalla definitiva. En los Evangelios Jesús advierte varias veces a los discípulos sobre el “final de los tiempos”, la última hora. Marcos afirma: “surgirán falsos cristos y falsos profetas y realizarán señales y prodigios con el propósito de engañar, si fuera posible, a los elegidos” (Mc 13,23). Esta advertencia aparece también en las cartas de Pablo, de Pedro y de Judas. Al decir que “es la última hora”, Juan no trata de afirmar que la historia está a punto de acabar, sino más bien que ha llegado el tiempo de la decisión, de la elección definitiva que cada uno debe hacer ante Jesús y por su Evangelio. Esto es verdad para toda generación cristiana, es más, para todo creyente. De hecho, todos estamos sometidos a la prueba por los enemigos del Evangelio durante nuestra vida. Es necesario permanecer firmes con Jesús. Y no es posible posponer la decisión a otros momentos, también porque no sabemos si éstos llegarán. Juan advierte con tristeza que los profetas no son ajenos, que estos “salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros”. Estos no tienen la “unción del Santo”, por tanto, no tienen el Espíritu de Jesús que se ha derramado en los corazones de los discípulos. Por tanto, no basta con estar incluso físicamente en la comunidad, es necesario vivir el Espíritu que la anima, estar implicados en ella interiormente. Y esto sucede cuando se posee “la verdad”, es decir, la sabiduría del Evangelio. El apóstol exhorta a permanecer firmes en el Evangelio: su cumplimiento nos hace permanecer en la comunión con el Padre. Mientras asistimos al ocaso de este año y se abre uno nuevo, la Iglesia nos invita a dar gracias al Señor por el tiempo que ha transcurrido y a afrontar el año que viene dejándonos conducir por su Palabra.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.