ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 13 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Génesis 3,1-8

La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer: "¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?" Respondió la mujer a la serpiente: "Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte." Replicó la serpiente a la mujer: "De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal." Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores. Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahveh Dios por entre los árboles del jardín.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Dios puso al hombre y a la mujer en el jardín y les dijo que podían comer cualquier fruto menos los del árbol que se encontraba en su centro. Sin embargo, ellos no escucharon la palabra de Dios y se dejaron seducir por una voz ajena, la de la serpiente, es decir, la voz del ídolo, la voz del maligno. Esta voz se insinúa persuasiva en la vida de cada día. Puede nacer del propio corazón cuando por ejemplo estimula el orgullo, acaricia la autocomplacencia, hace creer que todo está al alcance de la mano, o de cualquier modo empuja a concentrarse en uno mismo. Es también la voz que viene de fuera, la voz de falsos profetas que proponen la riqueza, el bienestar, la curación, el éxito. En realidad son palabras e insinuaciones engañosas que alejan del Señor. La propuesta del tentador es simple: no creer en la voz de Dios sino en las demás. El tentador –sucede siempre así- estimula el orgullo y el amor por uno mismo, la búsqueda de una grandeza sin Dios. El pecado original, y si se quiere el origen de todo pecado, está siempre en la falta de confianza en la palabra de Dios, en la falta de escucha, y sobre todo en la fe en uno mismo, en el propio orgullo. De forma justa el apóstol Pablo, en la Carta a los Romanos, afirma que “la fe viene de la predicación” (10, 17). La raíz del pecado original se expresa precisamente en no escuchar la Palabra de Dios. A menudo en la Biblia se condena la elección del hombre de escucharse a sí mismo, de seguir al maligno, de volverse hacia los ídolos en lugar de escuchar al Señor que nos habla con tanto amor y sabiduría. Escuchar al tentador hace que el hombre pierda la amistad con Dios y la solidaridad recíproca. Adán y Eva, que pretendían conocerlo todo y actuar por su cuenta, se descubrieron desnudos y llenos de miedo. El orgullo lleva a la privación de la amistad de Dios, aleja de él y nos empobrece. Sin el Señor cada uno de nosotros descubre con tristeza su miseria y su fragilidad, y se ve en la impotencia para encontrar una respuesta verdadera a la condición en la que vivimos. Adán y Eva se escondieron delante de un Dios que, a pesar de todo, continuaba amándoles y preocupándose por ellos. Quien no escucha la voz de Dios y solo confía en sí mismo y en sus propias convicciones, se aleja del Señor y crea división y dolor. Haremos bien en escuchar cada día la Palabra de Dios, para que no nos dejemos engañar por los ídolos y los falsos profetas que se multiplican en las dificultades y los tiempos de crisis.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.