ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 13 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Josué 3,7-10.11.13-17

Yahveh dijo a Josué: "Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que, lo mismo que estuve con Moisés, estoy contigo. Tú darás esta orden a los sacerdotes que llevan el arca de la alianza: "En cuanto lleguéis a la orilla del agua del Jordán, os pararéis en el Jordán."" Josué dijo a los Israelitas: "Acercaos y escuchad las palabras de Yahveh vuestro Dios." Y dijo Josué: "En esto conoceréis que el Dios vivo está en medio de vosotros y que arrojará ciertamente de delante de vosotros al cananeo, al hitita, al jivita, al perizita, al guirgasita, al amorreo y al jebuseo. He aquí que el arca de Yahveh, Señor de toda la tierra, va a pasar el Jordán delante de vosotros. En cuanto las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de Yahveh, Señor de toda la tierra, pisen las aguas del Jordán, las aguas del Jordán las que vienen de arriba, quedarán cortadas y se pararán formando un solo bloque." Cuando el pueblo partió de sus tiendas para pasar el Jordán, los sacerdotes llevaban el arca de la alianza a la cabeza del pueblo. Y en cuanto los que llevaban el arca llegaron al Jordán, y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca tocaron la orilla de las aguas, y el Jordán baja crecido hasta los bordes todo el tiempo de la siega, las aguas que bajaban de arriba se detuvieron y formaron un solo bloque a gran distancia, en Adam, la ciudad que está al lado de Sartán, mientras que las que bajaban hacia el mar de la Arabá, o mar de la Sal, se separaron por completo, y el pueblo pasó frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza de Yahveh se estuvieron a pie firme, en seco, en medio del Jordán, mientras que todo Israel pasaba en seco, hasta que toda la gente acabó de pasar el Jordán.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Señor le asegura a Josué su apoyo y su compañía: "Lo mismo que estuve con Moisés, estoy contigo". Siempre es el Señor, el que guía a su pueblo, incluso en el cambio de los responsables de la comunidad de creyentes. El Señor, y solo él, es el pastor bueno. A Él debe conformarse aquel que está llamado a la responsabilidad de ejercer de guía. Josué acepta la tarea que el Señor le confía y se dirige al pueblo con autoridad: la autoridad no le viene de sus cualidades o de sus estrategias, sino solo porque transmite "las palabras del Señor". Por eso puede asegurar que los enemigos serán expulsados y que el mismo Señor dará la tierra a su pueblo. Con esta confianza empieza la travesía del río Jordán. En el momento que pasa el Arca –como pasó en el Mar Rojo– las aguas retroceden y se abre un paso en seco. Los levitas, que están consagrados al culto y a las cosas sagradas, deben estar cerca del Arca y por eso son los que la llevan. El resto del pueblo sigue a una cierta distancia. A mitad del vado el Arca se detiene y deja que el pueblo pase delante: el Arca es la protagonista de este paso milagroso. En pocas líneas es citada siete veces. La historia es aún más extraordinaria si tenemos en cuenta que las aguas del río habían crecido. El Arca es más fuerte: las aguas se separan y el pueblo puede atravesar sin problemas el lecho del río y llegar a la otra orilla. El Arca –como un buen pastor– espera en el medio del río hasta que ha pasado todo el pueblo. Solo entonces avanza hasta tierra firme. El Señor no abandona a su pueblo en el momento del peligro o en los momentos difíciles. Esta travesía, que recuerda el paso del Mar Rojo, presenta una diferencia: mientras que entonces Israel vivió el paso con una desconfianza que lindaba con el miedo, ahora la confianza en el Señor es mucho mayor. La liturgia de alabanza precede a la victoria efectiva y total. También Rajab gracias a la fe había previsto la conquista de la tierra por parte del Señor de Israel.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.