ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 17 de septiembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Primera Timoteo 4,12-16

Que nadie menosprecie tu juventud. Procura, en cambio, ser para los creyentes modelo en la palabra, en el comportamiento, en la caridad, en la fe, en la pureza. Hasta que yo llegue, dedícate a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza. No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros. Ocúpate en estas cosas; vive entregado a ellas para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos. Vela por ti mismo y por la enseñanza; persevera en estas disposiciones, pues obrando así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo pide a Timoteo que nadie menosprecie su juventud (tenía alrededor de treinta años y hacía trece años que estaba con él). Tal vez había algunos que no le tenían en consideración a causa de su edad. Pero queda claro que en la comunidad la autoridad no es fruto de los años sino del encuentro con el Señor y de la conversión al Evangelio. Por eso Pablo exhorta a Timoteo a ser modelo "en la palabra, en el comportamiento, en la claridad, en la fe, en la pureza". Esta estatura espiritual le dará la autoridad necesaria para guiar con sabiduría a la comunidad. Pablo hoy ya ha comunicado que su intención era unirse a él cuanto antes (3,14), pero recomienda que hasta su llegada Timoteo dedique su servicio a la "lectura" de la Sagrada Escritura en las asambleas eclesiales. La "exhortación y la enseñanza" que el apóstol le pide que haga para que la Palabra llegue hasta el mismo corazón de la vida de la comunidad están asociadas a la Escritura. Para hablar con autoridad, para explicar el Evangelio en la predicación, hace falta la ayuda del Señor. A ese respecto, Pablo recuerda a Timoteo el "don" de gracia que ha recibido mediante la imposición de las manos por parte del apóstol mismo y del colegio de presbíteros. Por eso las exhortaciones se hacen cada vez más apremiantes, para que Timoteo se ocupe de todas estas cosas. El apóstol lo exhorta: "vive entregado a ellas". Así crecerá en sabiduría y en testimonio y "tu aprovechamiento será manifiesto". Pablo lo exhorta a profundizar el estudio de las Escrituras y a vivirlas cada día. El crecimiento en el conocimiento de las Escrituras y en el amor del Señor le dará la autoridad necesaria para guiar a la comunidad. La "salvación" para él y para la comunidad dependen de hasta qué punto será capaz de seguir una disciplina, de hasta qué punto sabrá dar buen ejemplo y anunciar el Evangelio.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.