ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Recuerdo de san Wenceslao, venerado como mártir en Bohemia. Recuerdo de William Quijano, joven salvadoreño de la Comunidad de Sant'Egidio asesinado por la violencia de las maras. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 28 de septiembre

Recuerdo de san Wenceslao, venerado como mártir en Bohemia. Recuerdo de William Quijano, joven salvadoreño de la Comunidad de Sant'Egidio asesinado por la violencia de las maras.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Zacarías 8,1-8

Fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: Así dice Yahveh Sebaot:
Con gran celo he celado a Sión,
con gran ira la he celado. Así dice Yahveh:
Me he vuelto a Sión,
y en medio de Jerusalén habito.
Jerusalén se llamará Ciudad-de-Fidelidad,
y el monte de Yahveh Sebaot, Monte-de-Santidad. Así dice Yahveh Sebaot:
Aún se sentarán viejos y viejas
en las plazas de Jerusalén,
cada cual con su bastón en la mano,
por ser muchos sus días; las plazas de la ciudad se llenarán
de muchachos y muchachas
en sus plazas jugando. Así dice Yahveh Sebaot:
Si ello parece imposible
a los ojos del Resto de este pueblo, en aquellos días,

¿también a mis ojos va a ser imposible?,
oráculo de Yahveh Sebaot. Así dice Yahveh Sebaot:
He aquí que yo salvo a mi pueblo
del país del oriente
y del país donde se pone el sol; voy a traerlos
para que moren en medio de Jerusalén.
Y serán mi pueblo
y yo seré su Dios
con fidelidad y con justicia.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El profeta Zacarías habla de la profecía de amor de Dios por Jerusalén. La ciudad está viviendo una situación difícil de debilidad; de un momento a otro puede quedar a merced de las potencias extranjeras. Pero el Señor envía al profeta para que hable a un pueblo diezmado, asustado y resignado a quedar a merced de naciones más poderosas. La palabra del profeta sacude aquellas almas cerradas en su miedo. Y les abre los ojos a la esperanza: "Y si en aquellos días esto parece imposible al Resto de este pueblo, ¿también yo he de juzgarlo imposible?" (v. 6). El Señor habla con pasión y dice: "Siento celos de Sión, unos celos terribles; siento por ella pasión, una pasión enorme" (v. 1). Dios manifiesta su celo por la ciudad como símbolo de todo su pueblo. El Señor no salva individualmente, sino a todo su pueblo, a toda su ciudad. En estas palabras resuena con claridad la dimensión colectiva de la fe, es decir, el pueblo reunido y formado por rostros, historias y personas concretas unidas en un único destino. La fe bíblica no es abstracta y no se basa en una ideología, en un discurso, aunque sea atractivo. No, es la fe en un Dios que baja entre su pueblo y se casa con su causa. La profecía continúa hablando a este pueblo aún incrédulo: "Volveré a Sión, habitaré en medio de Jerusalén. Jerusalén se llamará Ciudad-de-Fidelidad, y el monte del Señor, Monte-de-Santidad" (v. 3). El Señor restablecerá una convivencia hermosa entre todos, entre las distintas generaciones y entre todos aquellos que vivirán en la nueva Jerusalén. La profecía de Zacarías es más actual que nunca para nuestras ciudades de hoy, que parecen estar construidas expresamente para separar a unos de otros, para hacer cada vez más difícil el encuentro entre las personas y las generaciones. Dice el Señor: "Aún se sentarán viejos y viejas en las plazas de Jerusalén, cada cual con su bastón en la mano, de tan viejos que se harán; las plazas de la ciudad se llenarán de muchachos y muchachas, que jugarán en sus plazas" (vv. 4-5). Es una imagen extraordinariamente actual: la ciudad que Dios quiere es la que empieza a acoger a aquellos que son descartados: los ancianos y los niños. Es la ciudad que Dios pide que se construya en todas partes, en Oriente y en Occidente (v. 7). El Señor quiere que todos vivan con alegría y plenitud.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.