ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

Recuerdo de la dedicación de la catedral de Roma, la basílica de los santos Juan Bautista y Juan Evangelista en Letrán. Oración por la Iglesia de Roma. Recuerdo de la "noche de los cristales rotos", inicio de la persecución nazi contra los judíos. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 9 de noviembre

Recuerdo de la dedicación de la catedral de Roma, la basílica de los santos Juan Bautista y Juan Evangelista en Letrán. Oración por la Iglesia de Roma. Recuerdo de la "noche de los cristales rotos", inicio de la persecución nazi contra los judíos.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Dal libro della Sapienza 1,1-7

Amad la justicia, los que juzgáis la tierra,
pensad rectamente del Señor
y con sencillez de corazón buscadle. Porque se deja hallar de los que no le tientan,
se manifesta a los que no desconfían de él. Pues los pensamientos tortuosos apartan de Dios
y el Poder, puesto a prueba, rechaza a los insensatos.
En efecto, en alma fraudulenta no entra la Sabiduría,
no habita en cuerpo sometido al pecado; pues el espíritu santo que nos educa huye del engaño,
se aleja de los pensamientos necios
y se ve rechazado al sobrevenir la iniquidad. La Sabiduría es un espíritu que ama al hombre,
pero no deja sin castigo los labios del blasfemo;
que Dios es testigo de sus riñones,
observador veraz de su corazón
y oye cuanto dice su lengua. Porque el espíritu del Señor llena la tierra
y él, que todo lo mantiene unido, tiene conocimiento
de toda palabra.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El libro de la Sabiduría empieza con una exhortación que es como la clave de bóveda de todo el pasaje: "Amad la justicia, los que gobernáis el mundo" (v. 1). El autor, un hombre lleno de fe en el "Dios de los padres", que probablemente vive en Alejandría, fundamenta esta invitación en el mismo Dios. Pero aquel que ama la justicia se pone en el mismo plano de actuación que Dios, que es justicia Él mismo y que la practica en su relación con los hombres. La búsqueda de la justicia, pues, es la tarea que el libro de la Sabiduría confía a sus lectores. Solo buscando la justicia, como hace Dios, podemos comprender la complejidad de la historia y no somos arrastrados por el mal. Una vida según la justicia deja abierta la puerta a la sabiduría divina, aquella palabra que guía los pensamientos y las acciones, enseñando el camino del bien. Sabiduría y Espíritu del Señor están íntimamente relacionados. En el Nuevo Testamento eso se verá más claro con el don del Espíritu Santo, Sabiduría de Dios que recibe la vida de los hombres. La expresión que indica la condescendencia divina y su unión con los hombres tiene un pleno sentido espiritual y humano: "la sabiduría es un espíritu filántropo" (v. 6). Dios intenta por todos los modos llegar a nosotros con su palabra y su amor, escruta nuestro corazón para ayudarnos a recorrer el camino del bien, para que, preservando la lengua de las murmuraciones y de las maledicencias, podamos amar la vida y hacer el bien. La muerte y el mal –y este es el otro gran mensaje del libro– no son obra de Dios; son la consecuencia de las acciones del hombre y, como se ve claramente en el capítulo siguiente, son obra del maligno. Dios lo creó todo para existir, para la vida, para la concordia. Sus criaturas son sanas y en ellas no hay veneno de muerte. Estas palabras de esperanza las pronuncia un hombre que se ve amenazado por el mal y por la muerte. Con la fuerza de la fe afirma que, por fuerte que pueda ser el mal –y muchas veces lo vemos en situaciones de la sociedad en la que vivimos–, los infiernos, es decir, la muerte, no "reina sobre la tierra, porque la justicia es inmortal" (v. 15). Dios no permitirá que el mal venza, porque él obra según la justicia. Y nos pide a nosotros que le imitemos en este camino.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.