ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Paz
Palabra de dios todos los dias

Oración por la Paz

En la Basílica de Santa María en Trastevere se reza por la paz. Comienza la semana de oración por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de la Iglesia Católica. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 18 de enero

En la Basílica de Santa María en Trastevere se reza por la paz. Comienza la semana de oración por la unidad de los cristianos. Recuerdo especial de la Iglesia Católica.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

1Samuel 15,16-23

Pero Samuel dijo a Saúl: "Basta ya y deja que te anuncie lo que Yahveh me ha revelado esta noche." El le dijo: "Habla." Entonces Samuel dijo: "Aunque tú eres pequeño a tus propios ojos ¿no eres el jefe de las tribus de Israel? Yahveh te ha ungido rey de Israel. Yahveh te ha enviado por el camino y te ha dicho: "Vete, y consagra al anatema a estos pecadores, los amalecitas, hazles la guerra hasta el exterminio". Por qué no has escuchado a Yahveh? ¿Por qué te has lanzado sobre el botín y has hecho lo que desagrada a Yahveh?" Saúl respondió a Samuel: "¡Yo he obedecido a Yahveh! Anduve por el camino por el que me envió, he traído a Agag, rey de Amalec, y he entregado al anatema a los amalecitas. Del botín, el pueblo ha tomado el ganado mayor y menor, lo mejor del anatema, para sacrificarlo a Yahveh tu Dios en Guilgal." Pero Samuel dijo: ¿Acaso se complace Yahveh en los holocaustos y sacrificios
como en la obediencia a la palabra de Yahveh?
Mejor es obedecer que sacrificar,
mejor la docilidad que la grasa de los carneros. Como pecado de hechicería es la rebeldía,
crimen de terafim la contumacia.
Porque has rechazado la palabra de Yahveh, él te rechaza
para que no seas rey.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El pasaje de hoy se abre con Samuel que recuerda a Saúl el significado de la unción real: "escuchar" (es decir, obedecer, "shemà") al Señor (v. 1). La palabra "shemà" sobre los labios de Samuel significa que Saúl debe tener en cuenta tanto la tradición antigua como la palabra del profeta. El rey está llamado a escuchar al Señor y al profeta. Después de este llamamiento a la escucha, Samuel ordena a Saúl que destruya a los amalecitas sin ahorrar nada, por la oposición que en el pasado hicieron a Israel. Es un mandamiento difícil de comprender si se extrapola de la mentalidad de la época, pero que manifiesta en cualquier caso la radicalidad del actuar de Dios. Saúl obedece y derrota a los amalecitas, pero no ejecuta a la letra el mandamiento de la destrucción total, también para complacer al pueblo: "consagraron al anatema" todas las cosas sin valor entre las que habían capturado pero salvaron a Agag, el rey de los amalecitas. Durante la noche Samuel recibe una visión en la que Dios mismo le dice: "Me arrepiento de haber hecho rey a Saúl". El Señor se lamenta de la elección de Saúl y la anula porque ha desobedecido. Saúl puede seguir ocupando el puesto de rey, pero ya no es el rey obediente al Señor, y por tanto ni siquiera el rey de Samuel. En el encuentro entre Samuel y Saúl que tiene lugar después de la batalla, este último trata de declarar su fidelidad del Señor. Sin embargo, Samuel conoce bien cómo están las cosas y, con malicia, pregunta a Saúl qué son esos balidos de ovejas y esos mugidos de bueyes que llegan a sus oídos. Saúl trata de defenderse y acusa al pueblo de ese saqueo. El rey no quiere reconocer su pecado y acusa a otros. Encontramos aquí la lógica del orgullo que subyuga el corazón del hombre que no obedece al Señor desde el inicio de la historia humana con Adán, que echa la culpa de su desobediencia sobre Eva. El profeta rechaza la autodefensa de Saúl y le acusa de desobediencia, recordándole además que todo se lo debe al Señor que le había elegido y ungido para que escuchase sólo Su voz y sólo a Él obedeciese. Por el contrario, Saúl ha escogido la autonomía; escucha pero sólo hasta un cierto punto. Samuel le recuerda: "¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios tanto como en la obediencia a la palabra del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar, mejor la docilidad que la grasa de los carneros" (v. 22). En este momento la reacción de Saúl es más sincera, admite que "escuchado" al pueblo y no al Señor (o a Samuel). Pero no es suficiente. El veredicto del Señor es definitivo. Saúl dirige un último y desesperado llamamiento a Samuel, aferrando la orla de su manto, pero en vano (v. 27). A Saúl le ha sido "desgarrado" el poder del reino. Samuel le confirma que "se lo ha dado a otro mejor que tú" (v. 28). David no es mencionado, pero la alusión es clara. Después de la reacción de Samuel, Saúl parece aceptar lo inevitable(v. 30); reconoce una vez más su pecado e implora a Samuel que le de permiso para salvar la cara ante los ancianos de "mi pueblo". Samuel lo escucha, pero la religiosidad de Saúl está marcada por una desobediencia profunda que hace ineficaz la Palabra de Dios. En efecto, Samuel es quien acaba el exterminio de los amalecitas llevando a término lo que Saúl no quiso hacer.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.