ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 19 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Ezequiel 18,21-28

En cuanto al malvado, si se aparta de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis preceptos y practica el derecho y la justicia, vivirá sin duda, no morirá. Ninguno de los crímenes que cometió se le recordará más; vivirá a causa de la justicia que ha practicado. ¿Acaso me complazco yo en la muerte del malvado - oráculo del Señor Yahveh - y no más bien en que se convierta de su conducta y viva? Pero si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que comete el malvado, ¿vivirá acaso? No, no quedará ya memoria de ninguna de las obras justas que había practicado, sino que, a causa de la infidelidad en que ha incurrido y del pecado que ha cometido, morirá. Y vosotros decís: "No es justo el proceder del Señor." Escuchad, casa de Israel: ¿Que no es justo mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que no es justo? Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa del mal que ha cometido muere. Y si el malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el derecho y la justicia, conservará su vida. Ha abierto los ojos y se ha apartado de todos los crímenes que había cometido; vivirá sin duda, no morirá.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El profeta Ezequiel responde a un proverbio –lo encontramos al comienzo del capítulo- que decía: "Los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera". Y también a lo que dice en el versículo 19: "Vosotros decís: ¿Por qué no carga el hijo con la culpa de su padre?" Es una mentalidad muy común también hoy, cuando se juzga a una persona por sus orígenes familiares o el mal cometido por otros, y a menudo el juicio se convierte en una condena que marca a las personas para toda la vida. En cambio la palabra del profeta afirma con extrema claridad que la responsabilidad ante el bien y el mal es siempre personal. Nadie es justo o malvado por el mal cometido por otro, Dios está dispuesto a perdonar a todos si se convierten, cambian su corazón y su modo de actuar, si dejan de hacer el mal y se comprometen a hacer el bien. El pasaje muestra la gran misericordia de Dios, que permite a cada uno cambiarse a sí mismo y convertirse: "Si el malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el derecho y la justicia, conservará su vida. Ha abierto los ojos y se ha apartado de todos los crímenes que había cometido; vivirá sin duda, no morirá". La misericordia de Dios no tiene límites, porque el Señor está dispuesto siempre a perdonar. Pero es indispensable que los hombres reflexionen, reconozcan el mal escondido en su corazón y se vuelvan hacia Dios con la confianza de ser escuchados y ayudados. Esto sirve también para el justo que se aleja del camino del bien: "Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa del mal que ha cometido muere". El profeta nos ayuda a comprender que todos estamos llamados cada día a vigilarnos a nosotros mismos, porque cada día debemos elegir entre el bien y el mal. Nadie es justo y bueno de por sí, y nadie es malvado de por sí. Cada uno de nosotros debe asumir ante Dios, cada día, la responsabilidad de sus acciones y de sus elecciones. Dios está siempre dispuesto a perdonar, pero pide a cada uno que sea responsable de lo que hace. Ante el bien y el mal la seguridad de ser justos y buenos no es, por sí sola, una garantía de vida y de bien.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.