ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 26 de febrero


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Génesis 37,3-4.12-13.17-28

Israel amaba a José más que a todos los demás hijos, por ser para él el hijo de la ancianidad. Le había hecho una túnica de manga larga. Vieron sus hermanos cómo le prefería su padre a todos sus otros hijos, y le aborrecieron hasta el punto de no poder ni siquiera saludarle. Fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Siquem, y dijo Israel a José: "¿No están tus hermanos pastoreando en Siquem? Ve de mi parte a donde ellos." Dijo: "Estoy listo." El hombre le dijo: "Partieron de aquí, pues yo les oí decir: "Vamos a Dotán."" José fue detrás de sus hermanos y los encontró en Dotán. Ellos le vieron de lejos, y antes que se les acercara, conspiraron contra él para matarle, y se decían mutuamente: "Por ahí viene el soñador. Ahora, pues, venid, matémosle y echémosle en un pozo cualquiera, y diremos que algún animal feroz le devoró. Veremos entonces en qué paran sus sueños." Rubén lo oyó y le libró de sus manos. Dijo: "No atentemos contra su vida." Rubén les dijo: "No derraméis sangre. Echadle a ese pozo que hay en el páramo, pero no pongáis la mano sobre él." Su intención era de salvarle de sus hermanos para devolverle a su padre. Y ocurrió, que cuando llegó José donde sus hermanos, éstos despojaron a José de su túnica - aquella túnica de manga larga que llevaba puesta -, y echándole mano le arrojaron al pozo. Aquel pozo estaba vacío, sin agua. Luego se sentaron a comer. Y levantando los ojos divisaron una caravana de ismaelitas que venían de Galaad, con camellos cargados de almáciga, sandáraca y ládano, que iban bajando hacia Egipto. Entonces dijo Judá a sus hermanos: "¿Qué aprovecha el que asesinemos a nuestro hermano y luego tapemos su sangre? Venid vamos a venderle a los ismaelitas, pero no pongamos la mano en él, porque es nuestro hermano, carne nuestra." Y sus hermanos asintieron. Pasaron unos madianitas mercaderes, y descubriéndole subieron a José del pozo. Vendieron a José a los ismaelitas por veinte piezas de plata, y éstos se llevaron a José a Egipto.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Esta página del libro del Génesis relata la historia de José, hijo de Jacob y de la esposa favorita, Raquel, cuando sus hermanos, presos de la envidia a causa de su posición en la familia y también de sus sueños, buscan quitárselo de en medio. Es una historia emblemática que nos lleva a entrever en él –hombre justo condenado por envidia- la figura de Jesús, a quien en unas cuantas semanas veremos vendido y condenado injustamente por la envidia de los sacerdotes, los escribas y los fariseos, con la complicidad de los romanos y los habitantes de Jerusalén. Rubén, el hermano mayor de José, convence a los hermanos de no matarlo sino venderlo a unos mercaderes que pasaban por allí en ese momento. Ellos, tras haberlo comprado, lo conducen al país de Egipto. Allí José, mostrando notables dotes de gestión, llegará a los exponentes más altos de la sociedad egipcia, hasta convertirse en uno de los más estrechos colaboradores del faraón. Sabemos que José no se vengará de sus hermanos; es más, en el momento dramático de la carestía se convertirá en su salvador y el de su padre, no sin antes recomponer la relación de fraternidad, herida por los hermanos. La historia de José nos ayuda a comprender la de Jesús, que nos salva del pecado y de la muerte. Y esta salvación comienza sustrayéndonos de la soledad, creando una nueva fraternidad, una nueva red de vínculos y relaciones basada no en la sangre sino en el espíritu del amor que él mismo nos dona. Nos hace así partícipes de su visión, su gran sueño, el de hacer de todos los pueblos de la tierra una gran familia, que tiene a Dios como Padre y a Él como primogénito de todos nosotros.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.