ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 4 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Oseas 14,2-10

Vuelve, Israel, a Yahveh tu Dios,
pues has tropezado por tus culpas. Tomad con vosotros palabras,
y volved a Yahveh.
Decidle: "Quita toda culpa;
toma lo que es bueno;
y en vez de novillos te ofreceremos nuestros labios. Asiria no nos salvará,
no montaremos ya a caballo,
y no diremos más "Dios nuestro" a la obra de nuestros
manos,
oh tú, en quien halla compasión el huérfano." - Yo sanaré su infidelidad,
los amaré graciosamente;
pues mi cólera se ha apartado de él, seré como rocío para Israel:
él florecerá como el lirio,
y hundirá sus raíces como el Líbano. Sus ramas se desplegarán,
como el del olivo será su esplendor,
y su fragancia como la del Líbano. Volverán a sentarse a mi sombra;
harán crecer el trigo,
florecerán como la vid,
su renombre será como el del vino del Líbano. Efraím... ¿qué tiene aún con los ídolos?
Yo le atiendo y le miro.
Yo soy como un ciprés siempre verde,
y gracias a mí se te halla fruto. ¿Quién es sabio para entender estas cosas,
inteligente para conocerlas?:
Que rectos son los caminos de Yahveh,
por ellos caminan los justos,
mas los rebeldes en ellos tropiezan.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

En este tiempo de Cuaresma la Liturgia continúa invitándonos a volver al Señor. Sí, es el tiempo del retorno. Lo subraya también esta página del profeta Oseas, que exhorta a Israel: "Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, pues tus culpas te han hecho caer" (v. 2). Es un tiempo verdaderamente oportuno para examinarnos a nosotros mismos y darnos cuenta, una vez más, de lo grande que es la misericordia de Dios, y lo decisiva que es su Palabra para nuestra vida. Escuchando las Sagradas Escrituras comprendemos también nuestro pecado y aprendemos a dirigirnos al Señor. El profeta aconseja al pueblo: "Preparaos unas palabras, y volved al Señor" (v. 3). Podríamos decir que es una indicación de cómo volver: hacer espacio en nuestra mente y en nuestro corazón a la Palabra que Dios mismo nos dirige. De hecho el pecado comienza su camino cuando abandonamos la escucha de la Palabra de Dios para escuchar otras palabras, otras indicaciones. Oseas se lo hace comprender a los israelitas cuando pone en sus labios las palabras que han de dirigirle a Dios. "Asiria no nos salvará, no montaremos a caballo, y no diremos más Dios nuestro' a la obra de nuestras manos" (v. 4). El retorno a Dios, que el profeta y este tiempo nos piden, es precisamente volver a estar junto al Señor y escucharlo. Y se lo repite: "Yo sanaré su infidelidad, los amaré graciosamente; pues mi cólera se ha apartado de él" (v. 5). El Señor parece contentarse simplemente con nuestra cercanía cariñosa. Podríamos decir que basta realmente poco para que él se conmueva por nosotros y nos colme de su amistad: "Seré como rocío para Israel: florecerá como el lirio, y hundirá sus raíces como el Líbano. Sus ramas se desplegarán, su esplendor será como el del olivo, y su fragancia como la del Líbano" (vv. 6-7). Son imágenes que describen bien lo grande y fuerte que es el amor de Dios. Y es tan abundante el amor que derrama sobre su pueblo que se comprende el celo que el Señor muestra por él.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.