ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias

Oración por los enfermos

En la Basílica de Santa María en Trastevere se reza por los enfermos.
La Iglesia de Occidente celebra hoy la anunciación del Señor a María. Recuerdo de Martin Luther King, asesinado el 4 de abril de 1968 en Memphis. Con él recordamos a cuantos tienen hambre y sed de justicia.
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Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos
Lunes 4 de abril

En la Basílica de Santa María en Trastevere se reza por los enfermos.
La Iglesia de Occidente celebra hoy la anunciación del Señor a María. Recuerdo de Martin Luther King, asesinado el 4 de abril de 1968 en Memphis. Con él recordamos a cuantos tienen hambre y sed de justicia.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 1,26-38

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La liturgia de la Iglesia nos quiere hacer recordar con una conmemoración especial el día en que el ángel fue enviado a Nazaret para anunciar a María que se convertiría en la madre de Jesús. El Evangelio no nos lleva al templo de Jerusalén sino a una humilde chabola con una adolescente que está sola y tiene un nombre muy corriente: María. El ángel entra y la saluda. María es una muchacha como todas; vive la vida corriente del pueblo. Sin embargo, sobre ella se ha posado la mirada de Dios; desde su concepción, fue elegida para ser la madre del Salvador. Desde su concepción, Dios la había preservado, la había cuidado, la había, por así decir, embellecido y purificado de toda mancha, para que pudiera acoger al Señor Jesús. Por esto el ángel puede decirle: "Alégrate, llena de gracia". Sí, María está llena del amor de Dios y en esto ella está antes que todos nosotros; es decir, la que sabe escuchar la Palabra del Señor con mayor profundidad. De hecho ella, nada más oír las palabras del ángel, se conturba. Pero el ángel la conforta: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús". Es una noticia que la desconcierta aun más profundamente, también porque aún no ha ido a vivir con José, y lo dice: "¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?". Pero el ángel insiste: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra". ¡Podemos imaginar la confusión de pensamientos que se desencadenan en el corazón de esta muchacha! Podría decir no y permanecer en su tranquilidad continuando la vida de siempre. Habría podido hacerlo, sin duda, pero de ese modo se habría alejado de los horizontes de Dios. Si, en cambio, dice sí, en el mejor de las hipótesis aparecería como una muchacha madre. No obstante, María, no contando con sus fuerzas sino solo con las palabras del ángel, responde: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra". Ella, la primera que fue amada desmedidamente por Dios, es la primera que responde a la palabra del ángel con aceptación total. María, la primera de los creyentes, nos ofrece el ejemplo de cómo escuchar la Palabra de Dios. Su obediencia está en la raíz de la salvación. Aquel día, en aquel "sí", se derribaba la desobediencia de los progenitores y comenzaba el tiempo de la redención. Junto a María aprendemos a acoger el Evangelio en nuestro corazón. Participaremos así en el misterio de la salvación.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.