ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de san Ireneo, obispo de Lión y mártir (130-202). Fue desde Anatolia hasta Francia para predicar el Evangelio. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 28 de junio

Recuerdo de san Ireneo, obispo de Lión y mártir (130-202). Fue desde Anatolia hasta Francia para predicar el Evangelio.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Amós 3,1-8.11-12

Escuchad esta palabra que dice Yahveh contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que yo hice subir del país de Egipto: Solamente a vosotros conocí
de todas las familias de la tierra;
por eso yo os visitaré
por todas vuestras culpas. Caminan acaso dos juntos,
sin haberse encontrado? ¿Ruge el león en la selva
sin que haya presa para él?
¿Lanza el leoncillo su voz desde su cubil,
si no ha atrapado algo? ¿Cae un pájaro a tierra en el lazo,
sin que haya una trampa para él?
¿Se alza del suelo el lazo
sin haber hecho presa? ¿Suena el cuerno en una ciudad
sin que el pueblo se estremezca?
¿Cae en una ciudad el infortunio
sin que Yahveh lo haya causado? No, no hace nada el Señor Yahveh
sin revelar su secreto
a sus siervos los profetas. Ruge el león,
¿quién no temerá?
Habla el Señor Yahveh,
¿quién no profetizará? Por eso, así dice el Señor Yahveh:
El adversario invadirá la tierra,
abatirá tu fortaleza
y serán saqueados tus palacios. Así dice Yahveh:
Como salva el pastor de la boca del león
dos patas o la punta de una oreja,
así se salvarán los hijos de Israel,
los que se sientan en Samaria,
en el borde de un lecho y en un diván de Damasco.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La palabra del profeta, tras haber condenado a Israel por haber pisoteado la justicia y el derecho de los pobres amparándose en la observancia de los preceptos rituales (2,6-15), transmite la voz de Dios que choca contra la dureza del corazón de un pueblo que, sordo a su palabra y a sus llamamientos, se niega a convertirse y a tener los sentimientos de misericordia que Dios tuvo con su pueblo. Nuevamente el profeta recuerda los beneficios que recibió de Dios con la liberación de Egipto para que fuera entre todos los pueblos el testigo de la grandeza de la misericordia divina. El tema de la elección es fundamental en la predicación profética y en toda la predicación cristiana. Dios es el origen de la salvación. El profeta, a través de siete ejemplos, ayuda a leer en lo profundo la historia y sus signos. La Palabra de Dios es comparada con el rugido del león: es como una fuerza interior que sale con ímpetu irrefrenable, provocando indefectiblemente el efecto para el que ha sido enviada. Dios eligió a su pueblo para destinarlo a una misión: la de anunciar su palabra hasta los confines de la tierra. Enviando a Jesús esta dimensión alcanza su culmen más claro. Dios nos ha elegido, del mismo modo que se decantó por el pueblo de Israel, para que acojamos su palabra y nos convirtamos en sus anunciadores y testigos. Esta palabra –la de Dios, no la nuestra– tiene una fuerza irresistible y no está sujeta a los límites del hombre. Es enviada para fecundar la tierra y no vuelve a Dios sin efecto, sin haber llevado a cabo lo que Dios desea y sin haber cumplido la misión para la que ha sido enviada, como anuncia el libro de Isaías (55,10-11). Si Dios ha hablado, dice Amós, ¿quién puede no profetizar? Cuando Dios habla, si le escuchamos, no podemos no ser profetas en este mundo. La Palabra de Dios es una fuerza que lleva a cabo milagros, que va más allá de lo imposible, que rompe aquel realismo avaro y mezquino que tan a menudo apaga el sueño de Dios. No hay nada imposible para Dios y no hay nada imposible para los discípulos de Jesús si escuchan su palabra y viven de ella. La palabra final de Amós nos interpela a una nueva espiritualidad: "Esto voy a hacerte, prepárate, Israel, a afrontar a tu Dios". Es el llamamiento a una nueva misión al inicio de este nuevo milenio.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.