ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 5 de octubre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gálatas 2,1-2.7-14

Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito. Subí movido por una revelación y les expuse el Evangelio que proclamo entre los gentiles - tomando aparte a los notables - para saber si corría o había corrido en vano. Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, - pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles - y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos; sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero. Mas, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión. Pues antes que llegaran algunos del grupo de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquéllos llegaron, se le vio recatarse y separarse por temor de los circuncisos. Y los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos. Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo, tras haber narrado la llamada que había recibido de Dios para anunciar el Evangelio a los paganos, escribe a los gálatas para explicarles que ha vuelto a Jerusalén para confrontarse con los apóstoles. Sabe perfectamente que el "carisma" que ha recibido de Dios es para edificar a la Iglesia y no para realizarse personalmente. Vuelve a Jerusalén tras catorce años de ministerio, acompañado por Bernabé y Tito. Pablo discute sobre su actividad misionera con las "columnas" de la Comunidad, para evitar correr "en vano". No es que Pablo dudara del Evangelio que predicaba –en absoluto–, pero sabía que la Iglesia se construye en la comunión y no en el protagonismo personal. En Jerusalén debate libremente con los demás apóstoles sobre el valor de la ley. Pablo recibe la confirmación de su actividad pastoral por parte de los apóstoles que –es importante destacarlo– le hicieron una sola recomendación: "nos pidieron que nos acordáramos de los pobres". Y Pablo: "cosa que he procurado cumplir". Sin duda es significativo que al terminar un debate teológico-pastoral tan intenso haya concordia sobre la urgencia de "acordarse de los pobres". El amor, corazón de la fe cristiana y por tanto de la salvación, tiene en el recuerdo de los pobres uno de los ejes centrales. Pablo recuerda a los gálatas su oposición a Pedro cuando este fue a Antioquía. Lo acusó de no tener un comportamiento lineal: por una parte solía sentarse a la mesa –también la eucarística– con los etnicocristianos; y por otra, cuando llegaban los judeocristianos de Jerusalén, se abstenía de participar en los encuentros. Pablo sabía que Pedro se comportaba así "por miedo" y no por convicción. Pero aquella actitud comportaba una división profunda en la comunidad de Antioquía, porque daba prevalencia a los judeocristianos. Efectivamente, también Bernabé, que ya se había acostumbrado a tener relación con los etnicocristianos, se vio influido por aquella actitud. Pablo lo remarca con amargura: también él "se vio arrastrado a la simulación". El apóstol, temiendo que en las comunidades de Galacia pudiera repetirse lo que había pasado en Antioquía, interviene con gran decisión. Pero si en Antioquía había sido suficiente señalar la incoherencia de Pedro (2,14), en Galacia había que demostrar claramente que ese comportamiento mellaba el mismo corazón de la fe. Un comportamiento ambiguo, como el de Pedro, hacía inútil la misma obra de Jesús, que había abatido el muro que separaba a los judíos de los gentiles. Cristo, de hecho, "de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio, la enemistad, y anulando en su carne la Ley con sus mandamientos y sus decretos" (Ef 2,14s). La comunidad cristiana ya no está dividida a causa de la ley: la única Iglesia de Dios está formada por judíos y por gentiles. Siguiendo a Cristo se hace realidad la reconciliación entre los hombres, entre los pueblos, entre las culturas Por eso Pablo aclara a Pedro que su ambigua conducta habría tenido consecuencias devastadoras para todos: "Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a que vivan como judíos?" (2,14). No hay que cargar pesos inútiles a hombros de los cristianos provenientes del paganismo, pudiendo incluso impedir, además, que otros entren en la comunidad cristiana. Cristo es la paz y por eso la edifica entre los hombres.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.