ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias

Memoria de la Madre del Señor

Recuerdo de san Juan XXIII. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 11 de octubre

Recuerdo de san Juan XXIII.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gálatas 5,1-6

Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud. Soy yo, Pablo, quien os lo dice: Si os dejáis circuncidar, Cristo no os aprovechará nada. De nuevo declaro a todo hombre que se circuncida que queda obligado a practicar toda la ley. Habéis roto con Cristo todos cuantos buscáis la justicia en la ley. Os habéis apartado de la gracia. Pues a nosotros nos mueve el Espíritu a aguardar por la fe los bienes esperados por la justicia. Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo, tras haber enseñado que la justicia no proviene de las obras de la ley sino de la fe, quiere extraer consecuencias morales para la vida cristiana. Cristo, afirma el apóstol, nos ha emancipado por la libertad, es decir, para que viviéramos libres. Por eso Pablo exhorta a "mantenerse firme", es decir, a mantenerse libre y a no caer nuevamente bajo el "yugo de la esclavitud". Con un lenguaje firme advierte a los gálatas de que no se circunciden, porque si lo hacen frustrarán el Evangelio de la libertad. El cristiano que con la circuncisión emprende el camino de la justificación a través de la ley no solo se excluye de la ayuda de Cristo y cae de nuevo en la maldición de la ley, sino que rompiendo todos los lazos, se separa de Cristo, en el que se encontraba por virtud del bautismo (3,27ss). El término que utiliza Pablo para expresar la separación de Cristo contiene también el concepto de echarse a perder. Aquel que busca la justicia mediante la ley sella su propia ruina, mientras que aquel que sigue el Evangelio vive del Espíritu. No es la circuncisión o la no circuncisión, lo que salva; lo que nos salva no son las obras sino solo el Espíritu que obra en nosotros. Por eso afirma que "la fe actúa por la caridad". La fe y la caridad están unidas de manera indisoluble: la segunda hace operativa a la primera, que a su vez permite que acojamos en el corazón a la segunda. Pablo no entiende por qué los gálatas, que antes corrían bien, se han salido del camino. Y les recuerda que bastan pocas palabras contrarias al Evangelio para fermentar negativamente toda la vida. Frente a esta eventualidad, Pablo confía en el Señor: tiene la confianza de que los gálatas se arrepientan, y espera que su Epístola les convenza. El juicio sobre aquel que pone en peligro la vida espiritual de la comunidad es severísimo: incurrirá en el castigo de Dios.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.