ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 16 de noviembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Apocalipsis 4,1-11

Después tuve una visión. He aquí que una puerta estaba abierta en el cielo, y aquella voz que había oído antes, como voz de trompeta que hablara conmigo, me decía: «Sube acá, que te voy a enseñar lo que ha de suceder después». Al instante caí en éxtasis. Vi que un trono estaba erigido en el cielo, y Uno sentado en el trono. El que estaba sentado era de aspecto semejante al jaspe y a la cornalina; y un arcoiris alrededor del trono, de aspecto semejante a la esmeralda. Vi veinticuatro tronos alrededor del trono, y sentados en los tronos, a veinticuatro Ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro sobre sus cabezas. Del trono salen relámpagos y fragor y truenos; delante del trono arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios. Delante del trono como un mar transparente semejante al cristal. En medio del trono, y en torno al trono, cuatro Vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. El primer Viviente, como un león; el segundo Viviente, como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo. Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche: «Santo, Santo, Santo,
Señor, Dios Todopoderoso,

"Aquel que era, que es y que va a venir".» Y cada vez que los Vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro Ancianos se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono diciendo: «Eres digno, Señor y Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
por tu voluntad, no existía y fue creado.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Juan nos introduce en la parte central del Apocalipsis, en una auténtica teofanía cuyo contenido –a través de imágenes extraídas del templo y de escenas del Antiguo Testamento– hace referencia a la revelación del diseño de Dios sobre la historia. La vida de los hombres y de los pueblos, a pesar de ser atormentada y dramática a menudo, no queda a merced de un destino ciego. Al contrario, está en las manos fuertes y misericordiosas de Dios, situado en el centro de la visión y de la historia humana. El trono de Dios está rodeado por veinticuatro ancianos. En ellos podemos ver representados de manera conjunta a las doce tribus de Israel y a los doce apóstoles, como indicando la totalidad del pueblo de Dios que llega a la Jerusalén celestial. Juan ve también, "en medio del trono y en torno al trono", a cuatro "vivientes" que entonan juntos un himno litúrgico dirigido al Señor de la creación y de la historia (vv. 8-11) que se abre con el "trisagio", el tres veces "Santo" elevado a Aquel que está sentado en el trono, evocando así las palabras de la vocación de Isaías (6,3). Es la Liturgia del cielo que refleja las liturgias que las comunidades de creyentes celebran cada domingo, mientras esperan el domingo sin ocaso en el que estaremos ante Dios cara a cara. Los cuatro vivientes, por las imágenes con las que son representados, hacen pensar en los signos del Zodíaco, pero la tradición de la Iglesia, empezando por Ireneo de Lión, los convirtió en los símbolos de los cuatro evangelistas. En efecto, podemos comparar aquellos "ojos" que tienen "todo alrededor" con la luz del Evangelio que ilumina nuestro corazón para que podamos comprender el misterio del amor de Dios que actúa en la historia de los hombres. Con los ojos iluminados por los cuatro evangelios podemos sentirnos –ya ahora, mientras somos peregrinos en la tierra– junto al trono del cielo y unirnos al canto de todos aquellos que desean "ver" el rostro de Dios.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.