ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Iglesia
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Iglesia
Jueves 17 de noviembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Apocalipsis 5,1-10

Vi también en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro, escrito por el anverso y el reverso, sellado con siete sellos. Y vi a un Ángel poderoso que proclamaba con fuerte voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y soltar sus sellos?» Pero nadie era capaz, ni en el cielo ni en la tierra ni bajo tierra, de abrir el libro ni de leerlo. Y yo lloraba mucho porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro ni de leerlo. Pero uno de los Ancianos me dice: «No llores; mira, ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David; él podrá abrir el libro y sus siete sellos.» Entonces vi, de pie, en medio del trono y de los cuatro Vivientes y de los Ancianos, un Cordero, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios, enviados a toda la tierra. Y se acercó y tomó el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono. Cuando lo tomó, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos. Y cantan un cántico nuevo diciendo: «Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos
porque fuiste degollado
y compraste para Dios con tu sangre
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios
un Reino de Sacerdotes, y reinan sobre la
tierra.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

En la gran sala del trono celestial, Aquel que está sentado en el trono tiene en su mano derecha un libro en forma de rollo. Es el mismo Dios que tiene en su mano el libro (biblion), es decir, su Palabra dirigida a los hombres. El rollo está escrito interiormente, como es normal, y exteriormente, y es un hecho extraordinario. Eso nos indica que la Palabra de Dios, la única Palabra, no tiene un solo sentido. Podríamos decir que además del sentido literal, tiene otro sentido espiritual, más profundo. Este último es un sentido oculto a los ojos normales y solo se puede leer a la luz del Espíritu, es decir, en un clima de oración y de escucha, o dicho de otro modo, con la ayuda del Espíritu Santo. Sin la oración las Sagradas Escrituras son solo un libro "sellado con siete sellos". Es como decir que sin el Espíritu de Dios que abre los ojos de nuestra mente, aquel "rollo" no es más que una palabra sellada, incomprensible en su riqueza. Si escuchamos la Palabra en el Espíritu Santo nos revelará el sentido más profundo de las palabras que escuchamos porque podremos ligarlas a nuestra vida, a la situación en la que vivimos. En definitiva, aquella palabra se convierte en una luz para nuestros días. Por eso Juan, frente a la imposibilidad de leer la Palabra –nadie abre el rollo– es presa de la desesperación y llora amargamente. Es el llanto de aquel que pierde la luz, de aquel que no encuentra la fuente de inspiración para su vida. Viene a la memoria el llanto desconsolado de María frente al sepulcro vacío por la pérdida de su Señor, el único que la había entendido y liberado. Viendo la frialdad que a menudo tenemos hacia la Palabra de Dios y viendo que olvidamos a Jesús vivo, María, que llora sola la pérdida de Jesús muerto, y Juan, que llora por la ausencia de la Palabra de Dios, indican cuál es la actitud que debe tener todo discípulo ante el Señor. Si nos conmovemos aunque sea solo un poco al oír aquellas palabras, Jesús mismo, el "Retoño de David", viene una vez más para "abrir el libro y sus siete sellos", para enseñarnos como hacía con los discípulos. Jesús prometió a los apóstoles su espíritu que les conduciría a la "verdad entera". El espíritu es quien abre.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.