ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 24 de julio


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Éxodo 15,1-6

1 Entonces Moisés y los israelitas cantaron este cántico al Señor:
  «Canto al Señor,
  esplendorosa es su gloria,
  caballo y jinete
  arrojó en el mar.

2 Mi fortaleza y mi canción es el Señor.
  Él es mi salvación.
  Él es mi Dios: yo lo alabaré,
  el Dios de mi padre, yo lo exaltaré.

3 ¡El Señor es un guerrero,
  Yahvé es su nombre!

4 Los carros del faraón y sus soldados
  precipitó en el mar
  La flor de sus guerreros
  tragó el mar de Suf;

5 los abismos los cubrieron,
  descendieron hasta el fondo como piedra.

6 Tu diestra, Señor,
  impresionante por su esplendor;
  tu diestra, Señor,
  aplasta al enemigo».

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El canto de Moisés celebra la liberación de Israel de la esclavitud. Lo que sucede con el paso del mar es mucho más que simplemente cruzar, llevar a Israel de la esclavitud egipcia a la libertad. Al pasar el mar se cumple lo que celebra y canta la Pascua: el paso de la muerte a la vida. Israel estaba amenazado por un poder de muerte (cfr. Ex 2), que asumió su expresión simbólica más evidente en Ex 14, en la descripción del ejército del faraón y en el acercamiento al mar. El paso tiene lugar durante la noche. Y la noche son las tinieblas cósmicas, derrotadas por la presencia de Dios en la columna de fuego y humo, que hace que Israel camine hacia la luz de la mañana. Pero hay que cantar la salvación, no basta haberla vivido. Si no reconocemos que lo que ha pasado es obra de Dios y no nuestra, todo se frivoliza. Ese es el sentido de la oración y de la liturgia: reconocer lo que el Señor hace en nuestra vida. Y cuando cantamos y repetimos con alegría un rito hacemos posible que se cumpla de nuevo. El cántico replantea la fuerza del mal que quiere sumergir a aquel pequeño pueblo. Se habla de ejército, de «abismos». En el Primer testamento muchas veces se representa al Señor como un guerrero para indicar su fuerza que vence la potencia del mal. Por otra parte, san Pablo invita a los cristianos a tomar «las armas de Dios» (Efesios 6,13) para poder «resistir en el día funesto». Celebrar y cantar la fuerza que viene del Señor contiene ya una victoria, porque la oración y la alabanza son una manera de reconocer que Dios nunca abandona a sus discípulos a merced del mal, ni siquiera cuando este parece invencible. En este mundo donde las fuerzas del mal muchas veces parecen fuertes e imprevisibles, en la oración de la tarde cantamos la victoria del Señor, para que llegue a todos los rincones de la tierra, sobre todo allí donde el mal parece invencible.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.