ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias

Oración por los enfermos

En la Basílica de Santa Maria in Trastevere de Roma se reza por los enfermos.
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Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos
Lunes 7 de agosto

En la Basílica de Santa Maria in Trastevere de Roma se reza por los enfermos.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Apóstoles 1,9-11

Y dicho esto, fue levantado en presencia de ellos, y una nube le ocultó a sus ojos. Estando ellos mirando fijamente al cielo mientras se iba, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo? Este que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas empieza la narración con una pregunta de los apóstoles a Jesús: «Señor, ¿va a ser ahora cuando restablezcas el Reino a Israel?». No era la primera vez que le preguntaban a Jesús si había llegado el momento en el que todo se manifestaría y saldría todo a la luz. La pregunta rezuma seguramente el deseo perezoso de no tener que esforzarse contra la división y las dificultades, pero también manifiesta la esperanza de unos discípulos débiles e inseguros frente a un mundo hostil y marcado por el mal. Es una pregunta que se plantea sobre todo cuando vemos el mal que se abate sobre nosotros. ¿Cuándo vencerá el amor y la muerte será derrotada para siempre? ¿Cuándo se secarán las lágrimas de los hombres? Jesús contesta diciendo que no nos corresponde a nosotros conocer este tiempo, y que el Padre nos enviará el Espíritu Santo que nos guiará hasta los confines de la tierra. Nosotros entendemos muy poco de la vida. Fácilmente la reducimos a nuestras cosas, a nuestro entorno. Jesús parece decirnos que la vida es mucho más, y no nos deja solos. El Espíritu de amor guiará a los discípulos. La ascensión de Jesús al cielo no significa que abandone a los discípulos. Significa más bien que ha llegado al Padre y que se ha sentado a su lado en la gloria. La ascensión significa que Jesús está en todas partes: del mismo modo que el cielo nos cubre y nos envuelve, también el Señor, cuando asciende al cielo, nos cubre y nos envuelve a todos. No se aleja. Al contrario, Jesús se acerca a los suyos con los brazos abiertos para acompañarles hasta los confines de la tierra. Aquel día los discípulos sintieron que el Señor ya estaba definitivamente a su lado con su Palabra y con su Espíritu; era una cercanía más misteriosa, pero quizás más real que antes. Sin duda les vinieron a la memoria las palabras que habían oído directamente de Jesús: «Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20). Aquel día de la ascensión las comprendieron profundamente: en cualquier parte de la tierra, en cualquier época, en cualquier momento en el que dos o tres discípulos del Señor se reunieran, Él estaría en medio de ellos. La presencia de Jesús entre los suyos se extiende en el espacio y en el tiempo. Él acompaña a los discípulos siempre, en todas partes y en cualquier circunstancia. Ya nadie podría alejar a Jesús de su vida. Por eso los dos hombres vestidos de blanco reprenden a los apóstoles: «¿Por qué permanecéis mirando al cielo?». Jesús «vuelve», es decir, está en medio de nosotros en los hermanos y en los pobres. Mirémosles a ellos y encontraremos a Jesús.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.