ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 25 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Apóstoles 5,34-42

Entonces un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, con prestigio ante todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín. Mandó que se hiciera salir un momento a aquellos hombres, y les dijo: «Israelitas, mirad bien lo que vais a hacer con estos hombres. Porque hace algún tiempo se levantó Teudas, que pretendía ser alguien y que reunió a su alrededor unos cuatrocientos hombres; fue muerto y todos los que le seguían se disgregaron y quedaron en nada. Después de éste, en los días del empadronamiento, se levantó Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí; también éste pereció y todos los que le habían seguido se dispersaron. Os digo, pues, ahora: desentendeos de estos hombres y dejadlos. Porque si esta idea o esta obra es de los hombres, se destruirá; pero si es de Dios, no conseguiréis destruirles. No sea que os encontréis luchando contra Dios.» Y aceptaron su parecer. Entonces llamaron a los apóstoles; y, después de haberles azotado, les intimaron que no hablasen en nombre de Jesús. Y les dejaron libres. Ellos marcharon de la presencia del Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre. Y no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Nueva de Cristo Jesús cada día en el Templo y por las casas.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Gamaliel («recompensa de Dios»), que gozaba del afecto de todos, se había dado cuenta de la injusticia que se estaba perpetrando contra los apóstoles. Y en pleno Sanedrín se levantó para defenderles. El suyo es un discurso inteligente y lleno de sabiduría religiosa: Dios guía la historia y no hay que ponerse en contra de él. Gamaliel no se guía por la astucia ni por el cálculo, y aún menos por la envidia. Hombre guiado por una visión religiosa, toma la palabra en esta ocasión. Podríamos decir que es un hombre justo, sin prejuicios. Un hombre que se deja guiar por la fe. Y dice a los sanedritas: si la obra de estos no viene de Dios, pronto acabará, pero si viene de Dios y vosotros os oponéis a ellos, corréis el peligro de poneros en contra de Dios mismo. El Sanedrín aceptó el consejo de Gamaliel y dejó libres a los apóstoles después de azotarles y ordenarles que no hablaran más de Jesús. Es lo mismo que Pilato quería hacer con Jesús cuando dijo: «Le daré un escarmiento y le soltaré» (Lc 23,16). Los apóstoles, a diferencia de lo que le pasó a Jesús, fueron liberados pero con la orden de «que no hablasen en nombre de Jesús». Pero ¿cómo podían callar los apóstoles? ¿Cómo podían guardarse solo para ellos el Evangelio? Esto es algo que nos recuerda también a nosotros la responsabilidad de predicar el Evangelio incluso cuando provoca una oposición. En aquellos momentos los apóstoles recordaron fácilmente las palabras que Jesús les había dicho: «Os entregarán a los tribunales, seréis azotados en las sinagogas y compareceréis ante gobernadores y reyes por mi causa, para que deis testimonio ante ellos» (Mc 13,9). ¡Cuántas veces, en cambio, la pereza, pensar solo en nosotros mismos y la resignación ante las costumbres que tenemos frenan la predicación y la comunicación del Evangelio! De ese modo terminamos siendo cómplices del espíritu de este mundo. Los apóstoles se marcharon contentos no solo por haber recuperado la libertad sino, sobre todo, «por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre» de Jesús. Es un ejemplo para que seamos más generosos y creativos cuando comuniquemos el Evangelio. El autor de los Hechos destaca que los apóstoles no predican solo en el templo sino también «por las casas». La palabra evangélica resuena en toda Jerusalén. De Jerusalén, la predicación se extenderá pronto por Judea y Samaría. También a nosotros se nos pide que vayamos por todas partes a anunciar el evangelio del amor.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.