ORACIÓN CADA DÍA

Oración por los enfermos
Palabra de dios todos los dias

Oración por los enfermos

En la Basílica de Santa Maria in Trastevere de Roma se reza por los enfermos.
Recuerdo de Moisés. Tras ser llamado por el Señor, liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y lo guio hacia la «tierra prometida».
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Libretto DEL GIORNO
Oración por los enfermos
Lunes 4 de septiembre

En la Basílica de Santa Maria in Trastevere de Roma se reza por los enfermos.
Recuerdo de Moisés. Tras ser llamado por el Señor, liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y lo guio hacia la «tierra prometida».


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Apóstoles 8,4-8

Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba; pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados. Y hubo una gran alegría en aquella ciudad.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Tras el asesinato de Esteban estalló la primera oleada de hostilidad contra los cristianos de Jerusalén. Muchos tuvieron que huir al norte, a Samaría. Fue un momento dramático para la vida de la primera comunidad cristiana. Pero favoreció la expansión de los discípulos a otros lugares. Se podría decir que la Palabra de Dios empezaba a recorrer los caminos del mundo a causa, entre otras cosas, de la persecución, de las hostilidades que sufría. Realmente, el Señor guía la historia y sabe sacar cosas buenas incluso del mal. Felipe, uno de los siete diáconos, predicaba el Evangelio con gran eficacia. Sus palabras, como el mismo Señor había prometido a los discípulos, estaban llenas de señales milagrosas: curaba enfermos, expulsaba espíritus malignos del corazón de la gente, consolaba a los afligidos, reconciliaba a los que se odiaban y llevaba paz a todos. Muchos iban a él. Y Felipe continuaba suscitando entre la gente aquel mismo clima de esperanza y de fiesta que Jesús suscitaba cuando pasaba entre la gente: la predicación del Evangelio siempre crea un clima nuevo, como de fiesta. El Evangelio libra de la tristeza y de todas las esclavitudes que entristecen la vida. La alegría pertenece al Evangelio. Es el clima de la primera comunidad cristiana. Lucas no deja de indicarlo explícitamente también en esta ocasión: «Hubo una gran alegría en aquella ciudad». Se trata de un ejemplo que debe interrogar a nuestras comunidades cristianas para que recuperen, vivan y manifiesten esta dimensión tan central del testimonio de la Iglesia apostólica. El papa Francisco quiso titular su primer texto pastoral «Evangelii gaudium» («la alegría del Evangelio»). En el rostro de los discípulos debe verse la alegría antes que las palabras. Y la comunidad de los discípulos de Jesús es atractiva por la alegría que vive y que demuestra.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.