ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de la Madre del Señor
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de la Madre del Señor
Martes 12 de septiembre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Espíritu del Señor está sobre ti,
el que nacerá de ti será santo.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Apóstoles 9,20-25

y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios. Todos los que le oían quedaban atónitos y decían: «¿No es éste el que en Jerusalén perseguía encarnizadamente a los que invocaban ese nombre, y no ha venido aquí con el objeto de llevárselos atados a los sumos sacerdotes?» Pero Saulo se crecía y confundía a los judíos que vivían en Damasco demostrándoles que aquél era el Cristo. Al cabo de bastante tiempo los judíos tomaron la decisión de matarle. Pero Saulo tuvo conocimiento de su determinación. Hasta las puertas estaban guardadas día y noche para poderle matar. Pero los discípulos le tomaron y le descolgaron de noche por la muralla dentro de una espuerta.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

He aquí Señor, a tus siervos:
hágase en nosotros según tu Palabra.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Pablo, que con el bautismo se convirtió en un testimonio del Señor resucitado, «pronto» empezó a predicar el Evangelio en las sinagogas de Damasco. Todos los que le escuchaban no daban crédito a sus ojos y se quedaban maravillados por aquel cambio repentino y radical. Pero junto a los que aceptaban la predicación de Pablo, surgieron también algunos que querían impedirla a toda costa. Pasaba con Pablo lo mismo que había pasado con Jesús en la sinagoga de Nazaret: sus conciudadanos, tras escucharle, y a pesar de la maravilla que sentían por su sabiduría, lo echaron del lugar y lo llevaron a un precipicio para darle muerte. Toda la historia de la Iglesia muestra que la comunicación del Evangelio nunca es neutra, sino que inquieta el corazón: quien la acoge emprende el camino hacia una vida más elevada, más abierta, más verdadera, y quien la rechaza lucha contra ella para que no inquiete más. A diferencia de otros escritos, el Evangelio siempre pide cambiar la vida. Es como una espada que entra hasta lo más hondo del alma humana y la divide para que se aleje de todo orgullo y acoja la riqueza del don que Dios propone. En ese sentido es «normal» que el Evangelio provoque la oposición de aquellos que no quieren acogerlo y la adhesión de quien comprende su belleza y su fuerza de cambio. Pablo experimenta la dureza de la oposición al Evangelio, tal como le pasó a Jesús y a los demás discípulos. Se da cuenta de que han urdido un complot contra él, y la comunidad de Damasco acude en su ayuda, lo descuelga por la noche por la muralla de la ciudad y Pablo puede alejarse de Damasco.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.