ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 13 de octubre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Hechos de los Apóstoles 15,30-41

Ellos, después de despedirse, bajaron a Antioquía, reunieron la asamblea y entregaron la carta. La leyeron y se gozaron al recibir aquel aliento. Judas y Silas, que eran también profetas, exhortaron con un largo discurso a los hermanos y les confortaron. Pasado algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a los que los habían enviado. Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía enseñando y anunciando, en compañía de otros muchos, la Buena Nueva, la palabra del Señor. Al cabo de algunos días dijo Pablo a Bernabé: «Volvamos ya a ver cómo les va a los hermanos en todas aquellas ciudades en que anunciamos la palabra del Señor.» Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos. Pablo, en cambio, pensaba que no debían llevar consigo al que se había separado de ellos en Panfilia y no les había acompañado en la obra. Se produjo entonces una tirantez tal que acabaron por separarse el uno del otro: Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre; por su parte Pablo eligió por compañero a Silas y partió, encomendado por los hermanos a la gracia de Dios. Recorrió Siria y Cilicia consolidando las Iglesias.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

El retorno a Antioquía de Pablo y Bernabé, acompañados por dos hermanos enviados desde Jerusalén fue sin duda más sereno. La carta que Judas y Silas llevaban de parte de la Iglesia madre provoca alegría y consuelo en Antioquía y resuelve la tensión que se había creado con Jerusalén. Es un ejemplo de cómo en la primera comunidad se armonizaban la libertad de la predicación y la comunión entre todos. Con esta decisión conciliar Lucas plantea un giro en la misión cristiana. El punto de atención ya no es Jerusalén, el colegio apostólico y Pedro, sino la difusión de la Palabra en Europa por obra de Pablo. La situación también cambia para él. Siente en su corazón con mayor urgencia la dimensión de la universalidad del anuncio. Podríamos decir que Pablo fue el primero en intuir, hace ya dos mil años, la globalización del mensaje evangélico. Y para obedecer a esta perspectiva renuncia incluso a la compañía de Bernabé, algo que le costó enormemente. Pablo tomó a Silas consigo. No quiere ir solo. No es una decisión de índole únicamente práctica. Quiere obedecer al pie de la letra la indicación de Jesús, que envió a los discípulos de dos en dos. También Bernabé, por su parte, eligió a Marcos como su nuevo compañero de misión. Tanto Pablo como Bernabé saben que no pueden ser héroes solitarios. Pablo, al igual que Bernabé, sigue siendo el discípulo elegido por el Señor para evangelizar a los gentiles, no a través del orgullo de la autosuficiencia, sino a través de la humildad de ir «de dos en dos». En la comunidad cristiana puede sin duda haber diversidad en los juicios y en las valoraciones, como sucede en este caso entre Pablo y Bernabé, pero eso no debe escandalizarnos y sobre todo no debe atenuar de ningún modo la urgencia de predicar el Evangelio a todo el mundo. Es una ingenuidad pensar que en una comunidad cristiana no existen tensiones. Lo que debe prevalecer en cualquier caso es que no puede existir una misión solitaria. Siempre somos enviados «de dos en dos» para dar testimonio ante todo de la fraternidad y del amor mutuo.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.