ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de Gigi, niño de Nápoles que murió violentamente en 1983. Con él recordamos a todos los niños que sufren o que mueren por la violencia de los hombres. Oración por los niños. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 15 de diciembre

Recuerdo de Gigi, niño de Nápoles que murió violentamente en 1983. Con él recordamos a todos los niños que sufren o que mueren por la violencia de los hombres. Oración por los niños.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 11,16-19

«¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: Os hemos tocado la flauta,
y no habéis bailado,
os hemos entonado endechas,
y no os habéis lamentado. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Demonio tiene." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores." Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La Palabra de Dios sigue llevándonos de la mano para que preparemos nuestro corazón para acoger al Señor Jesús que está a punto de nacer. También para nuestra generación ha llegado el momento de dejarse tocar el corazón por la predicación del Evangelio. Es fácil ceder a la tentación de poner las excusas más variadas para evitar acoger la exhortación del Evangelio a volver al Señor con todo el corazón. Desgraciadamente, cuántas veces se puede decir también de nosotros: "Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado". Cada uno de nosotros -y los momentos de dificultad lo facilitan- se inclina instintivamente a pensar sólo en sí mismo, a pararse a considerar sólo lo que le toca y le afecta: es la única melodía que conocemos de memoria y seguimos. Apartamos todo lo que puede perturbar nuestra tranquilidad. En definitiva, nos fiamos sólo de nosotros mismos y de nadie más. Pero la fe, que ciertamente necesita de la razón, pasa sin embargo por el corazón, es decir, por el confiarse a Dios, por acoger el Evangelio como palabra viva que ilumina y calienta. Pero, también para nosotros, como le ocurrió a Juan Bautista y a la gente de su tiempo, llega el momento de la decisión, es decir, de decidir si seguimos a Jesús o si continuamos yendo detrás de nosotros mismos. Y es una decisión que no podemos posponer más y que la inminencia de la Navidad nos ayuda a realizar. La verdadera "sabiduría" que debemos tener en este tiempo es acoger el gran misterio de la Navidad: un Dios que nos ama hasta tal punto que se hace niño con tal de estar cerca de nosotros. La Navidad es la extraordinaria "obra" de amor de Dios. Por esto es bello esperar a aquel Niño que está a punto de llegar, para que cada uno de nosotros se deje enternecer por él y lo acoja en su corazón.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.