ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los santos y de los profetas

Recuerdo de Modesta, mujer sin hogar abandonada a la muerte en 1983 en la estación Termini de Roma, no fue socorrida porque estaba sucia. Con ella recordamos a todos los que mueren en las calles, sin casa y sin auxilio. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 31 de enero

Recuerdo de Modesta, mujer sin hogar abandonada a la muerte en 1983 en la estación Termini de Roma, no fue socorrida porque estaba sucia. Con ella recordamos a todos los que mueren en las calles, sin casa y sin auxilio.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Marcos 6,1-6

Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio.» Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús vuelve a su "patria" después de algún tiempo en que la había dejado definitivamente. Su fama se ha extendido ya mucho más allá de Galilea, ha llegado incluso a Jerusalén. Cuando vuelve a entrar en la sinagoga, donde durante tantos años había escuchado las Escrituras y había rezado al Señor Dios, los conciudadanos en masa acuden para escucharlo. Todos están asombrados ante las palabras de este conciudadano suyo, que además piensan conocer bien. Y se ponen también la pregunta justa que debería abrirles a la fe: "¿De dónde le viene esto?". Desgraciadamente los habitantes de Nazaret se bloquean ante el carácter conocido y familiar de su presencia: no es así como se imaginaban a un enviado de Dios, piensan que un profeta debe tener rasgos extraordinarios y prodigiosos. Sin embargo, Jesús se presenta a ellos como un hombre normal. Es de condición modesta: "¿No es este el carpintero?", se dicen unos a otros. Era un oficio que no daba una especial reputación. La familia de Jesús es verdaderamente normal, ni rica ni pobre. No parece gozar de una especial estima entre los ciudadanos de Nazaret: para los nazarenos Jesús no tiene absolutamente nada que le pueda hacer situarse por encima de ellos. Le reconocen una notable sabiduría y una capacidad taumatúrgica relevante, pero no pueden aceptar que hable con autoridad sobre sus vidas y sobre sus comportamientos. La maravilla se transformó de inmediato en escándalo. ¿Cuál? que un hombre que ellos pensaban conocer bien pretendiese un cambio de su vida y de su corazón. No podían aceptar todo eso. Pero es precisamente esta la lógica de la fe: acoger la autoridad del Evangelio sobre nuestra vida. Y quien elige la actitud de los habitantes de Nazaret impide al Señor actuar. Marcos escribe que Jesús no pudo realizar milagros. No que no quisiera, "no podía". El milagro es la respuesta de Dios a quien le tiende la mano y pide ayuda. Ninguno de ellos tendía la mano, más bien todos tenían pretensiones. El camino para encontrar al Señor es dejarse encontrar por él.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.