ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los santos y de los profetas
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de los santos y de los profetas
Miércoles 7 de marzo


Lectura de la Palabra de Dios

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Ustedes son una estirpe elegida,
un sacerdocio real, nación santa,
pueblo adquirido por Dios
para proclamar sus maravillas.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Mateo 5,17-19

«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.

 

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Ustedes serán santos
porque yo soy santo, dice el Señor.

Gloria a ti, oh Señor, sea gloria a ti

Jesús, como se muestra en el pasaje evangélico de Mateo, es muy consciente de la importancia de la Ley, y afirma con claridad: "No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento". El evangelista, probablemente inmerso en una polémica con algunos cristianos que ponían en segundo plano la Ley hebrea, refiere la afirmación de Jesús de no haber venido a abolir sino a dar cumplimiento a las Escrituras, desde Abrahán y Moisés hasta los Profetas. Esto significa que en cada página de la Escritura, incluso en cada "i" (la letra más pequeña del alfabeto judío), hay una referencia a Jesús. La historia que narra el amor de Dios por su pueblo encuentra su culminación en Jesús. Por ello Jesús se convierte, para la comunidad cristiana, en la clave para la interpretación de todas las páginas del Antiguo Testamento. Y es en este sentido que los cristianos afirman que el cumplimiento de la Ley es el amor evangélico, ese amor sin límites de Dios por nosotros que ha llevado a Jesús hasta la cruz. Se puede incluso decir que el que ama cumple la Ley del Señor. La Biblia, por tanto, debe ser escuchada página a página, porque cada una de ellas contiene un momento de la historia de este extraordinario amor de Dios por los hombres. Cada página debe ser meditada y custodiada con esmero y devoción. Debemos desear que surja una verdadera devoción por este santo Libro que contiene la Palabra de Dios; así como existe la devoción a la Eucaristía, debería también afirmarse esta otra devoción hacia las Santas Escrituras. Es bonito que el papa Francisco exhorte a toda Iglesia diocesana a establecer un domingo para celebrar la "fiesta de la Biblia". Y podemos recordar también el ejemplo de san Francisco, que exhortaba a los hermanos a recoger siempre los pedazos de papel caídos al suelo (en aquella época se trataba de códices en los que era fácil que hubiera transcripciones de pasajes bíblicos) porque podían contener palabras evangélicas. El discípulo, siguiendo al Maestro, debe también acoger en su corazón toda palabra de las Santas Escrituras y llevarla a cumplimiento en la vida de cada día.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.