ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Paz
Palabra de dios todos los dias

Oración por la Paz

En la Basílica de Santa María de Trastévere se reza por la paz. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Paz
Lunes 18 de junio

En la Basílica de Santa María de Trastévere se reza por la paz.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 5,38-42

«Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La ley antigua que prescribía «ojo por ojo, diente por diente» quería regular la venganza para evitar que fuera ilimitada e implacable. Era un intento de alejar cualquier abuso, pero no pretendía erradicar el odio. Jesús, con sus enseñanzas, va al corazón de la cuestión: quiere eliminar de raíz el instinto de la venganza y cortar de ese modo la imparable espiral de la violencia. Jesús dice que no hay que regular el mal sino erradicarlo. Ese es el único modo de derrotarlo. Y el camino que propone Jesús es el de un amor sobreabundante. No venceremos al mal con otro mal, aunque esté regulado, sino únicamente con un bien aún más generoso. Con estas afirmaciones Jesús invierte la mentalidad de su tiempo y de hoy, y pide a los discípulos no solo que borren de sus comportamientos la venganza, sino incluso que ofrezcan la otra mejilla. Jesús no quiere fomentar una actitud sumisa ante el mal, sino que propone una nueva manera de concebir la lucha que es contraria a toda cultura de violencia y de muerte. Lo que Jesús vino a traer a los hombres es un nuevo modo de vivir totalmente centrado en el amor. Y el empeño en liberar a los hombres de la esclavitud del mal es la razón misma de su encarnación. Si alguien se deja guiar por el amor vencerá el mal con el bien, llegará a dar el manto a quien se lo pide, estará dispuesto a recorrer el doble de kilómetros a quien le pide compañía y no volverá la espalda a quien le pide ayuda. Con el amor se corta el mal de cuajo y se abre el camino para una vida digna para todos.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.