ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de los pobres
Palabra de dios todos los dias

Memoria de los pobres

La Iglesia siria recuerda a Zaqueo, que subió al árbol para ver al Señor y recibió el don de convertir su corazón. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de los pobres
Lunes 27 de agosto

La Iglesia siria recuerda a Zaqueo, que subió al árbol para ver al Señor y recibió el don de convertir su corazón.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 23,13-22

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! «¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: "Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!" ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: "Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado." ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este Evangelio es una advertencia severa para los fariseos de entonces y de hoy. Jesús dirige palabras fuertes a los fariseos para ayudarlos a comprender su situación, y les revela lo que viven en realidad. La advertencia a los fariseos ayuda también a los discípulos, que muchas veces sentían admiración por ellos. «Ay de vosotros» no es una amenaza, sino un intento de hacer comprender las consecuencias de su actitud. Jesús es muy distinto de los maestros de su tiempo y de todos los tiempos, que amonestaban, estigmatizaban, condenaban y juzgaban con rigor e intransigencia, maestros que saben reconocer la brizna y cargan a hombros de otros pesos insoportables que ellos mismos no están dispuestos a ayudar a levantar ni con un solo dedo. ¡Certifican el pecado con sus sentencias, pero no ayudan a cambiar! Los fariseos de todos los tiempos y generaciones aman la ley, no al hombre. «Ay de vosotros» es el intento extremo de Jesús por advertir a quien desconfía, se cierra y piensa que el mal está fuera de él. Deberíamos tomarnos en serio estas afirmaciones tan claras de Jesús y sobre todo interpretarlas como el intento extremo de ayudarnos a ser nuevamente nosotros mismos. Y también debemos ayudarle a tocar el corazón de quien cree que ya es justo, que tiene la conciencia tranquila porque tiene las manos limpias aunque, como los sepulcros, blancos por fuera, esconde la muerte en su interior. Jesús no se cansa de hablar a quienes se creen justos, precisamente para liberarlos de la cárcel de la hipocresía, que les lleva a pensar que lo hacen todo bien. Jesús reprende como un hermano, un verdadero amigo y no como un maestro que asigna tareas o examina a un alumno. Quiere que seamos libres del mal. Solo su amor fuerte y apasionado sabe reconocer el mal y puede librarnos de él.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.