ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 12 de octubre


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Lucas 11,15-26

Pero algunos de ellos dijeron: «Por Beelzebul, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios.» Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo. Pero él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino?.. porque decís que yo expulso los demonios por Beelzebul. Si yo expulso los demonios por Beelzebul, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos.» «El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. «Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo; y, al no encontrarlo, dice: "Me volveré a mi casa, de donde salí." Y al llegar la encuentra barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús acababa de liberar a un hombre poseído por un demonio «mudo». Impedir la palabra significa reforzar o, en cualquier caso, hacer más dura la soledad de quien la sufre. La comunicación a través de la palabra es uno de los pilares de la vida humana. Por eso, cuando aquel hombre fue liberado del demonio y pudo hablar, explotó la maravilla de la gente. Pero el espíritu del mal no se rindió, sino que reforzó su oposición a Jesús y al Evangelio. Toda la historia de Jesús y de sus discípulos de todos los tiempos es una historia de oposición y de lucha contra el mal. En este caso se trató de liberar a aquel hombre del mutismo, de la incapacidad de comunicarse con los demás. ¿Cómo no pensar en la triste situación de una gran parte de hombres y mujeres que son incapaces de entenderse, comprenderse y comunicarse? Si por una parte hoy es cada vez más fácil intercambiar noticias y conocerlas en tiempo real, no por ello es fácil que las personas, las etnias, los pueblos y los países se comuniquen realmente entre ellos. El príncipe del mal opera para que la división y la enemistad crezcan. El Evangelio, por su parte, continúa invitando a los discípulos a estar atentos y a vigilar, a no cerrarse en sus recintos para no dejar campo libre al demonio de la incomunicabilidad. No son infrecuentes las acusaciones y las calumnias contra Jesús y los mismos discípulos. Era lo que hacían los fariseos. Pero Jesús continúa exhortando a todo el mundo a mirar los frutos de su misión y, podemos añadir, también los de los discípulos y de la Iglesia a lo largo de los siglos. Son estas obras de amor las que demuestran la presencia del «dedo de Dios» en la historia. Jesús es la presencia misma de Dios en la historia. Él es el hombre «más fuerte» que el «fuerte» maligno que entra en la casa, lo vence y lo desarma. La casa de la que habla el pasaje evangélico es el corazón de cada uno, es la comunidad cristiana, donde el amor es más fuerte que el mal. Y todo aquel que esté ciego ante este amor, en realidad se pone de parte del enemigo y se convierte en su necio siervo. Por eso Jesús afirma de manera intransigente: «El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama». Debemos estar atentos. La lucha contra el mal nos acompañará toda la vida. En ese sentido, ha habido quien ha hablado de cristianismo «agónico», es decir, en un continuo estado de lucha. El «espíritu impuro», dice Jesús, aunque se haya ido, intentará volver. Dramática es la situación de aquel que deja que el mal entre en su corazón por pereza y por la preocupación por las cosas vanas. Esta vez, añade Jesús, entrarán en el corazón «otros siete espíritus». Y la nueva situación es peor que la anterior.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.