ORACIÓN CADA DÍA

Memoria de Jesús crucificado
Palabra de dios todos los dias

Memoria de Jesús crucificado

Recuerdo de san Juan Damasceno, Padre de la Iglesia y monje, que vivió en Damasco en el siglo VIII. Repartió sus bienes entre los pobres y entró en la laura de San Saba, cerca de Jerusalén. Oración por los cristianos de Siria. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Memoria de Jesús crucificado
Viernes 4 de diciembre

Recuerdo de san Juan Damasceno, Padre de la Iglesia y monje, que vivió en Damasco en el siglo VIII. Repartió sus bienes entre los pobres y entró en la laura de San Saba, cerca de Jerusalén. Oración por los cristianos de Siria.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 9,27-31

Cuando Jesús se iba de allí, al pasar le siguieron dos ciegos gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!» Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?» Dícenle: «Sí, Señor.» Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe.» Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!» Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Jesús, tras salir de la casa del jefe de la sinagoga, es seguido por dos ciegos que le dirigen una sencilla oración: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!". Es una invocación que a menudo encontramos en los Evangelios. Y la Iglesia nos hace repetirlo al principio de cada misa: "¡Señor, ten piedad!". Ante la grandeza del Señor esta es la primera y más importante oración que podemos dirigirle: somos pobres mendigos del amor. Jesús, después de entrar en la casa, acoge a los dos ciegos y les habla. La curación no es una práctica de magia, ni es el fruto de rituales o prácticas esotéricas. Siempre tiene lugar dentro de una relación personal con Jesús: necesitamos encontrarnos con sus ojos, su corazón, vincularnos a él con confianza. Jesús pregunta, de hecho, a los dos ciegos: "¿Creéis que puedo hacer eso?". Es la petición de la confianza en él. Sin esta relación personal, directa y de confianza, no hay curación. Después de la respuesta afirmativa de los dos ciegos, Jesús les tocó los ojos y les dijo: "Hágase en vosotros según vuestra fe". Y los ojos de los dos se abrieron. Hay una relación directa entre la fe y la curación. El conocido teólogo protestante del siglo pasado Karl Barth tenía razón: "Dios no actúa de la misma manera si rezamos o no rezamos". Es una enseñanza preciosa. La oración es la primera obra del creyente. Con ella uno se entrega al Señor que escucha y concede.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.