ORACIÓN CADA DÍA

Oración de la Santa Cruz
Palabra de dios todos los dias
Libretto DEL GIORNO
Oración de la Santa Cruz
Viernes 9 de agosto


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Este es el Evangelio de los pobres,
la liberación de los prisioneros,
la vista de los ciegos,
la libertad de los oprimidos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Mateo 16,24-28

Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ?de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ?qué puede dar el hombre a cambio de su vida? «Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Yo os aseguro: entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su Reino.»

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

El Hijo del hombre,
ha venido a servir,
quien quiera ser grande
se haga siervo de todos.

Aleluya, aleluya, aleluya.

La propuesta que hace Jesús a los discípulos parece paradójica para la mentalidad egocéntrica que guía nuestras convicciones y nuestros comportamientos. En realidad, expresa una sabiduría profunda que encontramos en la frase que viene a continuación: "Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará". Creemos que la salvamos guardando, buscando recompensas, adueñándonos de los demás, buscando reconocimientos y honores. Jesús nos advierte de que gastar nuestras energías, nuestro tiempo, nuestras fuerzas solo para salvarnos o, como se suele decir, para realizarnos, nos lleva en realidad a perdernos, es decir, a una vida triste y a menudo desgraciada. Solo si vivimos para el Señor, solo si dedicamos nuestra vida a amar a todo el mundo, sin ponernos límite alguno, como hizo precisamente Jesús, entonces disfrutaremos de la alegría de la vida. ?De qué sirve ganar el mundo entero si no somos amados ni somos capaces de amar? Eso es lo que explicará el apóstol Pablo en el himno a la caridad, diciendo que sin esta, es decir, sin el amor, no sirve de nada hacer cosas extraordinarias, aunque sea con gran generosidad. Solo el amor no termina y solo el Señor nos salva, porque solo él nos enseña qué es el amor.

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.