ORACIÓN CADA DÍA

Oración por la Iglesia
Palabra de dios todos los dias

Oración por la Iglesia

Recuerdo de Nuestra Señora de Guadalupe, en México. Recuerdo de Filomena, anciana del barrio romano de Trastevere, que murió en una residencia en 1976. Junto a ella recordamos a todos los ancianos, en especial a los que están solos y viven en asilos. Leer más

Libretto DEL GIORNO
Oración por la Iglesia
Jueves 12 de diciembre

Recuerdo de Nuestra Señora de Guadalupe, en México. Recuerdo de Filomena, anciana del barrio romano de Trastevere, que murió en una residencia en 1976. Junto a ella recordamos a todos los ancianos, en especial a los que están solos y viven en asilos.


Lectura de la Palabra de Dios

Aleluya, aleluya, aleluya.

Yo soy el buen pastor,
mis ovejas escuchan mi voz
y devendrán
un solo rebaño y un solo redil.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Isaías 41,13-20

Porque yo, Yahveh tu Dios,
te tengo asido por la diestra.
Soy yo quien te digo: "No temas,
yo te ayudo." No temas, gusano de Jacob,
gente de Israel:
yo te ayudo - oráculo de Yahveh -
y tu redentor es el Santo de Israel. He aquí que te he convertido en trillo nuevo,
de dientes dobles.
Triturarás los montes y los desmenuzarás,
y los cerros convertirás en tamo. Los beldarás, y el viento se los llevará,
y una ráfaga los dispersará.
Y tú te regocijarás en Yahveh,
en el Santo de Israel te gloriarás. Los humildes y los pobres buscan agua,
pero no hay nada.
La lengua se les secó de sed.
Yo, Yahveh, les responderé,
Yo, Dios de Israel, no los desampararé. Abriré sobre los calveros arroyos
y en medio de las barrancas manantiales.
Convertiré el desierto en lagunas
y la tierra árida en hontanar de aguas. Pondré en el desierto cedros,
acacias, arrayanes y olivares.
Pondré en la estepa el enebro,
el olmo y el ciprés a una, de modo que todos vean y sepan,
adviertan y consideren
que la mano de Yahveh ha hecho eso,
el Santo de Israel lo ha creado.

 

Aleluya, aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo:
que se amen los unos a los otros.

Aleluya, aleluya, aleluya.

Es fácil, sobre todo en los momentos difíciles, olvidar el amor, la misericordia y la fuerza del Señor y dejarse llevar por el miedo y el desánimo. Es fácil incluso para nosotros, que vivimos en un tiempo en que aumentan los miedos. El mundo se ha vuelto más complejo y difícil de comprender. Las fuerzas del mal parecen ganar terreno tanto en la devastación de la creación como en la destrucción de los lazos de fraternidad entre los pueblos. Y parece que no es posible hacer nada: realmente somos poca cosa, como un "gusano" o "nada", por retomar las imágenes del profeta. Pero el profeta nos recuerda la presencia de Dios que es Señor de la historia. Él mismo nos dice: "No temas, gusano de Jacob, gente de Israel: yo te ayudo". La invitación se repite varias veces en esta breve página de Isaías, como queriendo forzar la puerta del miedo que no deja ver el amor que nos acompaña. ¡Cuántas veces en los Evangelios Jesús repite a los discípulos que confíen en él y no tengan miedo! El profeta habla del nuevo éxodo del pueblo de Israel del exilio de Babilonia: será una liberación todavía más profunda que la primera, cuando les hizo salir de Egipto. De hecho, si durante el camino en el desierto después de la primera liberación el pueblo de Israel calmó su sed con agua que brotó de una roca, ahora el Señor transformará todo el desierto "en lagunas y la tierra árida en hontanar de aguas". Es el amor del Señor el que realiza prodigios cada vez más grandes para su pueblo. Un amor que alcanza su culmen con Jesús, quien no solo ha bajado del cielo para estar junto a nosotros, sino que incluso ha dado su vida para salvarnos del pecado y de la muerte.

PALABRA DE DIOS TODOS LOS DÍAS: EL CALENDARIO

La oración es el corazón de la vida de la Comunidad de Sant’Egidio, su primera “obra”. Cuando termina el día todas las Comunidades, tanto si son grandes como si son pequeñas, se reúnen alrededor del Señor para escuchar su Palabra y dirigirse a Él en su invocación. Los discípulos no pueden sino estar a los pies de Jesús, como María de Betania, para elegir la “mejor parte” (Lc 10,42) y aprender de Él sus mismos sentimientos (cfr. Flp 2,5).

Siempre que la Comunidad vuelve al Señor, hace suya la súplica del discípulo anónimo: “¡Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1). Y Jesús, maestro de oración, continúa contestando: “Cuando oréis, decid: Abbá, Padre”.

Cuando oramos, aunque lo hagamos dentro de nuestro corazón, nunca estamos aislados ni somos huérfanos, porque somos en todo momento miembros de la familia del Señor. En la oración común se ve claramente, además del misterio de la filiación, el de la fraternidad.

Las Comunidades de Sant'Egidio que hay por el mundo se reúnen en los distintos lugares que destinan a la oración y presentan al Señor las esperanzas y los dolores de los hombres y mujeres “vejados y abatidos” de los que habla el Evangelio (Mt 9,37). En aquella gente de entonces se incluyen los habitantes de las ciudades contemporáneas, los pobres que son marginados de la vida, todos aquellos que esperan que alguien les contrate (cfr. Mt 20).

La oración común recoge el grito, la aspiración, el deseo de paz, de curación, de sentido de la vida y de salvación que hay en los hombres y las mujeres de este mundo. La oración nunca es vacía. Sube incesante al Señor para que el llanto se transforme en alegría, la desesperación en felicidad, la angustia en esperanza y la soledad en comunión. Y para que el Reino de Dios llegue pronto a los hombres.