Ayudar a los ancianos a vivir en su casa: vencer el aislamiento
Es un trabajo fundamental del servicio. De hecho, en las grandes ciudades el aislamiento, la reducción en el número de miembros del núcleo familiar y el elevado coste del alquiler contribuyen a que, en cuanto llega la primera crisis, quien es anciano tenga que irse de casa. A veces la institucionalización parece ser la única solución posible y razonable, pero es una solución que no respeta, en la mayoría de casos, la profunda voluntad de los ancianos, que sufren la separación de su entorno familiar, de sus objetos y de los recuerdos de su casa. Un aspecto importante de la ayuda que ofrece la Comunidad es el apoyo a las familias de los ancianos, que muchas veces no están preparadas y se sienten desorientadas ante la enfermedad y la no autosuficiencia de su pariente.

Visitar a los ancianos en una residencia ayuda a humanizar la vida en grandes instituciones
Vivir en una casa de reposo muchas veces significa experimentar el aislamiento y el abandono, tener a los familiares lejos y sufrir la despersonalización. Todo ello quita motivos para vivir. De hecho, en condiciones de salud similares, los ancianos mueren cuatro veces más en las residencias que en casa. La Comunidad de Sant’Egidio está presente en cientos de residencias de Italia, del resto de Europa y de otros continentes, con un servicio de compañía, animación, acompañamiento y atención pastoral. La cercanía amistosa y asidua ayuda a los ancianos a mantener una vida de relación, a no perder las relaciones con el exterior de la residencia y a conservar íntegra su personalidad. La presencia de la Comunidad en las residencias para ancianos es también un estímulo y una propuesta, para que estas instituciones puedan desempeñar su función de la mejor manera posible.

Las nuevas soluciones de vivienda que propone la Comunidad de Sant’Egidio
Hay ancianos cuya situación les impide vivir en su casa, porque tienen un nivel muy bajo de autonomía, porque han perdido su vivienda, por conflictos familiares, por pobreza económica... Ante estas situaciones, para reducir el número de ingresos en centros enormes, se han ideado soluciones alternativas, experiencias de covivienda que, con el paso del tiempo han dado forma a un modelo articulado para responder a las necesidades de vivienda de la población activa: convivencias de ancianos, edificios de pisos tutelados y casas familia.

Ancianos que viven juntos: la covivienda de Sant'Egidio
Muchos ancianos de todo el mundo han empezado a vivir juntos porque la Comunidad les ha alentado y les ha ayudado. Si unen sus recursos, que por separado son más que modestos, los ancianos pueden evitar ir a una residencia, procurarse la ayuda que necesitan y continuar viviendo como quieren. Las convivencias representan una alternativa innovadora a la institucionalización y fomentan los recursos informales del territorio (vecinos, familiares, etc).

Pisos tutelados y casas familia

Se trata de edificios enteros de miniapartamentos (40-60 m2 cada uno) para una o dos personas, destinados a ancianos autosuficientes que tienen problemas de vivienda (no tienen casa, han sido desahuciados o son personas solas). Estas personas disponen de servicios comunes y ayuda en los problemas de la vida de cada día. Es una manera de continuar viviendo en una casa, pero estando en un entorno protegido. Las casas familia, por el contrario, están pensadas para ancianos con poca autonomía funcional, que no pueden quedarse en su casa porque no tienen casa, porque su situación económica no se lo permite o porque carecen de relaciones interpersonales significativas. Los ancianos que viven en las casas familia gozan de un entorno familiar. Las estancias están adornadas de manera no anónima; las personas que viven allí pueden llevar sus muebles. La ausencia de barreras arquitectónicas y los instrumentos adaptados ayudan a no perder la autonomía.