"Deixar les xarxes de quotidianitat per seguir el Senyor en les mil perifèries del món": una gran multitud celebra el 51 aniversari de Sant'Egidio

En San Juan de Letrán, catedral de Roma, "madre y cabeza de todas las iglesias" del mundo, una solemne y concurrida participación litúrgica presidida por el cardenal Vicario, Angelo De Donatis, celebró el 51 aniversario de la Comunidad, cerrando así el año extraordinario del Jubileo.
Miles de miembros de Sant’Egidio, hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, italianos y extranjeros, así como numerosos amigos que siguen su vida y su trabajo bien de cerca, abarrotaron la basílica.

Monseñor De Donatis, comentando el Evangelio de la "pesca milagrosa", dio las gracias al Señor, que hace 51 años invitó a unos jóvenes de Roma a "echar las redes" en su Palabra. Aquellos jóvenes decidieron superar la indiferencia, abriendo sus ojos y su corazón al sufrimiento de los demás. 
Retomando el discurso sobre la hermandad común de la humanidad que pronunció el papa Francisco en Abu Dabi, el cardenal destacó que todos estamos llamados a dejar las redes de la cotidianidad para seguir al Señor e inclinarnos ante los hombres heridos que viven en las mil periferias del mundo. En aquellas periferias –De Donatis citó los rincones más pobres del planeta y también el Mediterráneo– hay que recomponer un tejido más humano, con la amistad y el servicio, convirtiéndose en puentes de diálogo y de solidaridad, ofreciendo a todos "la lámpara de la esperanza", dejando a un lado lo que divide para buscar lo que une. 

"La alegría que se respira en vuestras casas y en vuestros encuentros", dijo para terminar el cardenal Vicario, "es la respuesta más hermosa a la propuesta de echar las redes que un día os echó Jesús". Dicha alegría da felicidad y transmite confianza; consuela mirando al futuro: "Sed en esta amada Iglesia de Roma signo de unidad y de comunión con todos los que sienten la pasión del Evangelio, no perdáis la oportunidad de trabajar con toda la diócesis como ya hacéis, en una ciudad sedienta de solidaridad".

El saludo de
Marco Impagliazzo, al término de la celebración, retomó las palabras del cardenal: "Sant’Egidio", dijo el Presidente de la Comunidad", ama mucho Roma, a su gente, sus periferias, sobre todo a sus habitantes más pobres y vulnerables. Juan Pablo II nos dijo que cada vez que encontraba a Sant’Egidio por el mundo, reconocía un espíritu romano. Es decir, un espíritu de apertura y de amistad con todos, de realismo y de sueño. El verdadero y gran problema es que nuestras ciudades están pobladas por muchas, demasiadas soledades; que nuestra sociedad está enferma de soledad". El trabajo de la Comunidad intenta "cada día, humildemente, reforzar el sentimiento de destino común de la familia humana, salvación del aislamiento y de sus tristes consecuencias, camino y base de la paz y de la convivencia. Para hacer realidad un mundo más fraterno, recuperando los motivos profundos de un 'nosotros' que no deja a fuera a nadie". 

Saludo de Marco Impagliazzo

Saludo en el 51 aniversario, San Juan de Letrán

Buenas tardes

Gracias por ser tantos en esta basílica, "madre y cabeza de todas las Iglesias", para cerrar este año extraordinario del cincuenta aniversario de la Comunidad, que se abre al futuro, porque queremos mirar hacia el futuro. Doy las gracias al cardenal Vicario, Angelo De Donatis, por sus palabras afectuosas y llenas de comprensión espiritual y humana de nuestra historia. Por otra parte, siendo como es sacerdote romano, conoce bien los pasos de una presencia original en esta diócesis, donde nacimos y siempre hemos tenido una compañía afectuosa y simpática, empezando por el amado cardenal Ugo Poletti.

Roma ha cambiado mucho en estos cincuenta años. Hoy debe comprender de nuevo cuál es su función histórica y su particularidad como ciudad, como capital de Italia, como centro del catolicismo y en el amplio horizonte del mundo globalizado.

Sant’Egidio ama mucho Roma, a su gente, sus periferias, sobre todo a sus habitantes más pobres y vulnerables. Juan Pablo II nos dijo que cada vez que encontraba a Sant’Egidio por el mundo, reconocía un espíritu romano. Es decir, un espíritu de apertura y de amistad con todos, de realismo y de sueño.

En Roma, como en cualquier otro sitio, nos encontramos ante el laboratorio de una nueva sociedad centrada en la vida de ciudad pero en la que las personas viven distantes entre sí. El verdadero y gran problema es que nuestras ciudades están pobladas por muchas, demasiadas soledades; que nuestra sociedad está enferma de soledad: un mundo más urbanizado pero con muchos solos. Y no conviene enfermar. Por eso intentamos cada día, humildemente, reforzar el sentimiento de destino común de la familia humana, salvación del aislamiento y de sus tristes consecuencias, camino y base de la paz y de la convivencia. Para nosotros es fundamental entrar en diálogo con todos. El arte del diálogo significa hablar de manera verdadera y pacífica, se alimenta de encuentros: acerca, respeta y pone de manifiesto lo que hay en común.

Hace falta más escucha y más diálogo en todos los niveles de la sociedad. En estos años de encuentros, de escucha y de diálogo con todos hemos sido testigos de que existen energías humanas y espirituales para un mundo mejor. Para hacer realidad un mundo más fraterno. Para que crezca la amistad. Es una gran esperanza que nos permite mirar también hacia los horizontes oscuros y belicosos de nuestra sociedad. Es posible hacer realidad un mundo más fraterno. Hay que buscarlo sin miedo. Y debemos hacerlo juntos, no unos contra otros, unos indiferentes a otros, sino recuperando los motivos profundos del 'nosotros'. La gramática de este tiempo y de la paz necesita un 'nosotros' y nos necesita a cada uno de nosotros. Eso es lo que significa para nosotros ser Comunidad, recuperar la fuerza de un nosotros que no deja a fuera a nadie y estar al servicio de todos. Nos ayuda la amistad y el apoyo de muchos, a quienes doy las gracias por estar hoy aquí. Nos ayuda la amistad de los pobres, de quienes siempre tenemos mucho que aprender. Y nos ayuda sobre todo el Señor que atiende nuestra oración y multiplica nuestros esfuerzos de bien.      

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