Día Internacional de la Paz: hacer más para poner fin a los conflictos y la pobreza

Llamamiento a los Estados y a los organismos internacionales. El trabajo de la Comunidad

En ocasión del Día internacional de la Paz, que se celebra el 21 de septiembre, la Comunidad de Sant’Egidio hace un llamamiento a los Estados y a los organismos internacionales, para que se multipliquen los esfuerzos de mediación que permitan poner fin a los más de 30 conflictos abiertos que actualmente hay en el mundo. 

Estamos ante situaciones en muchos casos no resueltas por inercia o, peor aún, por la determinación de no cerrar guerras vergonzosamente largas. El caso de Siria habla por todos: un conflicto que ya lleva abierto más que la Segunda Guerra Mundial y que ya ha provocado más de medio millón de víctimas, casi seis millones de refugiados y casi siete de desplazados internos. Pero hay muchas otras situaciones en las que bastaría más voluntad en intervenir y menos intereses partidistas (económicos, políticos y estratégicos) para llegar a negociaciones eficaces.

Hay que recordar que
nadie se beneficia de los conflictos, solo los traficantes de armas y quien prospera en la inestabilidad. La guerra, grande o pequeña, deja tras de sí heridas y destrucción que requieren décadas para curarse. 

La Comunidad de Sant’Egidio, en el cincuenta aniversario de su nacimiento, renueva con fuerza su trabajo por intervenir para llegar a acuerdos de paz, allí donde la llaman para hacerlo o allí donde ve un mínimo resquicio para hacer su aportación de cristianos que no se resignan frente a los conflictos y la violencia, empezando por países donde ya está trabajando por la paz, como la
República Centroafricana Sudán del Sur o Libia, por citar solo algunos ejemplos.

Los
corredores humanitarios –impulsados por Sant’Egidio junto con las Iglesias protestantes y la Conferencia episcopal italiana y otras entidades– en poco más de dos años han logrado acoger e integrar a dos mil refugiados en Europa. Los corredores también son un trabajo de paz que invita a hacer frente de manera adecuada el drama de los más de 68 millones de refugiados que hay actualmente en el mundo, fruto amargo de guerras y también de desastres medioambientales y discriminaciones.