Pidamos en la oración la paz para el norte de Mozambique. Palabras de Andrea Riccardi

Pidamos en la oración la paz para el norte de Mozambique Palabras de Andrea Riccardi

El norte de Mozambique –especialmente la provincia de Cabo Delgado– ha sido escenario desde hace meses de violentos ataques por parte de bandas autoproclamadas integristas islámicas locales. Grupos armados asaltan repentinamente pueblos aislados, asesinan, destruyen y secuestran a las mujeres.
Desde el 5 de octubre de 2017 hasta el 27 de octubre de 2019, fecha de uno de los más recientes episodios de violencia, ha habido hasta 172 ataques, con cientos de víctimas y miles de desplazados. Hemos recibido con dolor la noticia de que entre los muertos había algunos hermanos y hermanas de la Comunidad de Sant'Egidio. En la oración por la paz en el mundo, que se celebra cada mes en la basílica de Santa María de Trastevere, junto al recuerdo de estos hermanos nuestros, se ha elevado un fuerte grito de paz al Señor.

Homilía de Andrea Riccardi

 

“Señor, aquí hay dos espadas”. Así responden los discípulos a la predicación de paz del Señor. Con las espadas. Sus palabras, en un tiempo que se hacía cada vez más difícil, ofrecían un camino a los discípulos, para que no les faltara confianza en él. Cuando los envié, ¿les faltó algo?  "Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome, y lo mismo alforja, y el que no tenga, que venda su manto y se compre una espada". Ahora, hay que entender ahora, qué es ahora, qué ha cambiado ahora. El Señor muestra su camino a los discípulos: no es el de la espada, aunque hable de espadas. La fuerza de los discípulos es el amor con el que Jesús nos sigue y nos protege, y del que dan fe cada día las Escrituras. Pero ellos, como hace gran parte de la gente, sacan las espadas. ¡Las espadas y la indiferencia parecen los símbolos de nuestro tiempo!
Sí, nuestro tiempo parece el tiempo de las espadas. Por eso oramos por la paz y no olvidamos a los países que sufren por la guerra y la violencia. Por eso predicamos la paz. La espada del amor, y no la de la guerra. Sentimos que la paz de la que gozan nuestros países es una responsabilidad hacia quien no tiene paz. Por desgracia en este tiempo los ataques terroristas se han multiplicado por todas partes. Pensad en los dos sacerdotes armenios católicos, padre e hijo, asesinados en Siria, en la región de Hasaké. Escuchemos la palabra de Jesús que dice: "Basta. Basta de violencia, basta de muertes, basta de sangre derramada. Y sigamos rezando por la paz en Siria, atormentada por una guerra que está en curso desde 2011.
Pensemos también en la grave situación de un país muy amado por nosotros: Sudán del Sur. Sudán del Sur, un país entero y un pueblo entero, tiene derecho a tener paz pronto. ¡Pronto! Y también aquí la voz de Jesús, y no solo la voz de las mujeres y de los hombres, resuena y dice basta, basta de espadas, basta de guerra. En Sudán del Sur la paz significa futuro para muchos jóvenes, para muchos niños que tienen hambre y sed de futuro.
Esta tarde, orando por muchos países, quisiéramos centrar la atención en un pequeño y olvidado rincón del mundo, Mozambique, donde en los últimos tiempos se han producido varios ataques terroristas –parece ser que de matriz islámica– en el norte. Todo está envuelto en un halo de misterio: ¿de dónde vienen los asesinos? ¿qué quieren? ¿por qué y para quién lo hacen? No lo sabemos, todo esto es un misterio, pero sí sabemos lo que dejan sobre el terreno: muertos y destrucción de los pobres pueblos indefensos. Quisiera hablar de un rincón olvidado, el pueblo de Mbau, situado en la región de Cabo Delgado, en el norte. Allí se produjo un ataque en septiembre que dio muerte a varias personas, algunos dicen diez, pero nuestras fuentes hablan de más de treinta. Es significativa la ausencia de información sobre vidas lejanas de periféricos que cuentan poco. Todos eran campesinos. Murieron cinco personas de la Comunidad: Adelino Lucas, Joao, Silva Laurenso, Pedro Manuel, Eduardo Manuel. Encontraron sus cuerpos decapitados y carbonizados. Muchos otros se refugiaron en la selva sin nada. Y un mes más tarde se produjo otro ataque. Los terroristas ya campan a sus anchas aterrorizando a la gente.
Algunos hermanos nuestros se refugiaron en Pemba, donde fueron acogidos. Por desgracia, cuatro de ellos –Remigio, Manuel, Rafael y Clemencia– decidieron volver a Mbau pare recuperar sus pobres cosas que habían dejado en casa y porque no tenían nada. El autobús fue atacado y murieron las cuatro personas que he recordado. Dos se salvaron. Los militares encontraron muerta a Joanina, una anciana ciega amiga de la Comunidad. Actualmente es peligroso viajar por aquella región, aunque algunos que estaban en Pemba han vuelto al pueblo.
La muerte de los periféricos cuenta poco en Mozambique. Y menos aún en el mundo. ¡Pero para nosotros no puede ser así! No puede ser solo un escenario de indiferencia, porque esta es nuestra realidad, la comunión, de la que el apóstol Pablo dice: "Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo.  Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno a su modo" (1 Co 12,26-27). Sobre todo, los miembros que están en paz deben sufrir por los miembros atacados. Eso es lo que hemos sentido siempre: ¡quien está lejos debe ser el más próximo! ¡El necesitado debe ser el más próximo! Y el que vive sumergido en la guerra debe ser hijo de los que viven en paz. Esa es la manera cristiana, compasiva, evangélica de vivir el mundo global. Así empezó el trabajo por la paz. Así se curan las heridas de los enfermos que están lejos.
Por eso, salgamos de la primacía de mí mismo, de nosotros mismos, del horizonte que se hace pequeño a causa del egocentrismo: ensanchemos nuestro corazón hasta abrazar el corazón del mundo de las periferias. ¡Ensanchemos nuestro corazón y respiraremos! Respiraremos y daremos el Espíritu del Evangelio. Mbau es una periferia de la periferia, pero está en el centro ante Dios, ante los ojos de aquel Dios que no olvida. Pidamos la paz en la oración. Trabajemos con insistencia por la paz en el mundo. ¡Que Mozambique pueda encontrar la paz! ¡Que Sudán del Sur pueda encontrar la paz! ¡Que los secuestrados puedan volver a casa! Que los niños y los jóvenes puedan vivir seguros. ¡Que los pobres y los periféricos puedan vivir seguros! Y que el Señor, con su poder de amor, que hace temblar la tierra, transforme los caminos de los violentos y de los terroristas y los convierta en caminos de paz.   

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