«Así logramos abrir corredores humanitarios para evitar a los traficantes»

«Gracias a un protocolo, quien quiere entrar en Italia puede presentar la solicitud en nuestras embajadas, ahora en el Líbano y en Etiopía, y si cumple los requisitos obtiene un visado regular»



Daniela Pompei, responsable de inmigración e integración de la Comunidad de Sant’Egidio, me recibe en el número 60 de via della Lungaretta. Son unos locales sobrios donde estos días llegan las solicitudes de inscripción a los cursos de italianos que la Comunidad organiza desde hace cuarenta años. «Tenemos más de 2000 estudiantes aquí, en la sede central, y unos 1500 en las ocho escuelas esparcidas por Esquilino, Ostia, Primavalle, Nomentano, Tiburtino, Torre Angela,Cassia y Torpignattara. Intentamos ofrecer el servicio allí donde es más útil, sin obligar a los migrantes que quieren aprovecharlo a desplazarse mucho».


¿Me puede hablar de la situación en conjunto?
La movilidad siempre es alta, pero no está aumentando. Sí se está desplazando, modifica sus itinerarios. La del sur hacia el norte del planeta disminuye, mientras que la interna, de África hacia África y de Asia hacia Asia, aumenta. Ahora están llegando a Italia muchos suramericanos y centroamericanos de Honduras, El Salvador, Perú y Venezuela. Que no desembarcan... El problema no son los desembarcos. Se trata de apenas unos cientos de personas. La cuestión afecta más bien al gobierno de un fenómeno mundial respecto del que no se hace casi nada. En Grecia hay campos de refugiados que se asimilan a campos de concentración. No existen herramientas de ningún tipo para permitir que los extracomunitarios vengan a trabajar a Italia. Ya empieza a ser difícil encontrar a cuidadoras.


¿Qué debería hacerse?
Hay muchos instrumentos que podrían ponerse en marcha para permitir el acceso al mundo del trabajo a quien ya está aquí y también la admisión en Italia de trabajadores extranjeros. Desde el debido arrepentimiento hasta varios tipos de patrocinio, desde los familiares hasta los empresarios. Es un ámbito que hay que estructurar porque hacen falta trabajadores con tareas de primera importancia que los italianos se niegan ha hacer. Además, se trata de resolver la cuestión de la presencia en el país de un amplio grupo de irregulares.


¿Cómo se debería actuar al respecto?
La irregularidad constituye de por sí un peligro, se trata de personas socialmente débiles, de ámbitos en los que la delincuencia encuentra su peonaje. La irregularidad no hace ningún bien a la seguridad. El fenómeno de la inmigración no hay que sufrirlo, hay que gobernarlo. Hay que hacer de todo para permitir que los inmigrantes que trabajan salgan a la legalidad, porque de lo contrario se consolidan la economía sumergida y la criminalidad. 


Sant'Egidio ha contribuido mucho en la creación de corredores humanitarios para que los migrantes pudieran entrar en nuestro país.
Sí, hemos intentado hacer frente al problema en origen y hemos ideado y puesto en práctica soluciones legales para la entrada de extranjeros a Italia. En el verano de 2014 estudiamos la legislación europea de visados y nos percatamos de que el artículo 25 permite a los gobiernos, discrecionalmente, conceder visados por motivos humanitarios. VTL (visados de territorialidad limitada) válidos solo para el territorio del país que los emite.


No ha sido sencillo poner en marcha todo el proceso...
Al contrario, ha sido muy complejo. Hemos involucrado al Ministerio de Exteriores y al del Interior, y al final firmamos un protocolo de acuerdo al que contribuyeron la CEI (Conferencia Episcopal Italiana), Cáritas, la Mesa Valdense y la Federación de Iglesias Evangélicas.


¿Qué prevé ese protocolo?
Básicamente, una colaboración entre la sociedad civil y las instituciones, con el objetivo de llevar fuera de las fronteras nacionales el control y la regularización del fenómeno migratorio. Quien quiere entrar en Italia puede presentar la solicitud en nuestras embajadas, ahora en el Líbano y en Etiopía, y si cumple los requisitos obtiene un visado regular y entra en Italia sin caer en manos de los traficantes de personas. Nosotros nos comprometemos a acogerles y a ocuparnos de sus necesidades durante el primer año.


¿Y luego?
Luego se espavilan. Quien viene solo no tarda más de un año, las familias necesitan algunos meses más, pero todos encuentran un empleo y un lugar donde vivir. Italia es un país acogedor donde se vive bien. Hay muchas personas que han venido aquí para trabajar y se han sentido tan bien que se han quedado incluso cuando ya tenían derecho a pensión. La asistencia sanitaria y la ayuda a los ancianos son muy eficientes, aunque los italianos no son conscientes de ello, es algo que dan por supuesto.


¿Cuántas personas han entrado en Italia hasta hoy a través de los corredores humanitarios?
Dos mil procedentes del Líbano con los dos primeros protocolos y otros 500 desde Etiopía, si hablamos de Italia. Nuestras sedes en otros países han logrado poner en marcha protocolos similares en Bélgica y en Francia, para 150 y 500 personas, Andorra acoge a 20 inmigrantes regulares. Los corredores han demostrado que es posible controlar y regularizar buena parte del fenómeno migratorio fuera de las fronteras a través de herramientas ágiles como coloquios o comprobaciones directas. Tanto EEUU como Canadá han estructurado el acceso desde fuera de sus fronteras y utilizan en paralelo medidas de regularización como herramienta de gobierno del fenómeno, para dirigirlo y contenerlo.


¿Cómo decide Sant'Egidio a quién conceder un visado?
Los criterios son los que establece la ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, y no somos nosotros, quienes los aplicamos, sino las embajadas italianas. Se basan en la vulnerabilidad de las personas, en su perfil de potenciales solicitantes de asilo por motivos humanitarios.


¿Y quienes no tienen estas características?
La cuestión es grave y compleja. Es difícil distinguir entre inmigrantes por motivos humanitarios y económicos, a los que hay que sumar los refugiados medioambientales, que huyen por el avance del desierto y que no son reconocidos en modo alguno. Quien huye de los efectos del tsunami no tiene ninguna protección.


¿Cuál es en su opinión el aspecto más problemático de la situación?
El cultural. No hay que abandonarse al odio y al enfretnamiento sino hacer frente a la inmigración con seriedad y conocimiento del fenómeno. Hay que hablar del ius culture y para el reconocimiento de la nacionalidad sería justo que hubiera una ley, votada tras un debate parlamentario, y no un decreto ministerial que ha alargado los plazos de la concesión casi en el doble sin que nadie hable de ello. La cuestión cultural es básica en ambas direcciones. Al día siguiente de su llegada a Roma, llevamos a los rea ver Roma, para que sepan al hermoso lugar al que han llegado y empiecen a amarlo y a sentirlo como propio.


[ Sergio Valzania ]