La emergencia que ha provocado el Covid-19 se supera en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad. Vincenzo Paglia en el Corriere della Sera

El arzobispo presidente de la Pontificia Academia para la vida afirma: «Empecemos de nuevo con los lazos humanos». La editorial Piemme saca el ebook «Pandemia e fraternità»



Acaba de publicarse el ensayo del arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la vida, «Pandemia e fraternità. La forza dei legami umani riapre il futuro», (Piemme-Molecole). La publicación quiere abrir un debate ético y cultural sobre las perspectivas que ofrece «volver a empezar». Una nota emitida recientemente por la misma Academia ya presenta el elemento central del debate.

Usted escribe: «La emergencia que ha suscitado el Covid-19 se puede superar en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad. Vivimos en tiempos en los que ningún gobierno, ninguna sociedad, ningún tipo de comunidad científica debe considerarse autorreferencial». ¿No es una visión demasiado optimista? ¿No cree que, una vez terminada la emergencia se volverá al «mundo de antes»?
«Yo creo que no. Existirá la tentación de exorcizar el miedo volviendo simplemente a los ritos de la despreocupación anterior y de no querer ver la realidad, es comprensible. Pero la despreocupación será distinta, es inevitable. El impacto ha sido fuerte. Todos pensábamos que íbamos a ser cada vez más sanos y más hermosos, más invulnerables y más fuertes, dueños del mundo gracias a la ciencia y a la tecnología. Y eso solo porque poníamos a los enfermos y a los muertos, a los débiles y a los vulnerables, en una cuarentena invisible, los manteníamos fuera de la representación de la vida que simplemente vive la vida. Ahora todos nos vemos obligados a ponerlo todo al descubierto y, de repente, nos acordamos de que somos mortales por el mero hecho de respirar. No nos hemos preocupado de nuestra tierna vulnerabilidad compartida y ahora se nos obliga a vivirla en el abandono. Para ayudarnos, estamos obligados a separarnos. El individualismo que hemos cultivado, vuelve ahora como un castigo: si quieres vivir, tienes que estar solo. Pero solo, uno muere. Y muere mal. Una vez pase la emergencia no podremos evitar aficionarnos a una convivencia humana que vuelve a apreciar lo hermoso que es cuidar de la comunidad, a toda costa.»

Usted anuncia un «adiós a un estilo de vida individualista, inhóspito y anafectivo, de nuestros propios lazos económicos, políticos e institucionales». Pero ¿cómo se puede conjugar eso con las leyes del mercado, que no suelen tener en cuenta los sentimientos?
«Nuestro problema no son las leyes del mercado sino el mercado de las leyes. Las famosas reglas de la convivencia con las que se dota una sociedad son cada vez más mercancías que se adaptan a los sujetos económicamente más fuertes y excluyen a los económicamente más débiles. Esta presión invade ya ampliamente hasta las esferas vitales más sensibles al valor y a la riqueza de las cualidades propiamente humanas: la familia, la educación, la escuela, la cultura y el arte. Y añado una paradoja: el indicador más sensible para medir las cualidades espirituales de una cultura es precisamente la sanidad, el lugar en el que la cualidad espiritual del cuidado mutuo, que permite vivir a una comunidad, pone a prueba su veracidad. Lo vemos a simple vista, en su aspecto conmovedor y dramático, en esta trágica emergencia».

La enfermedad, escribe usted, es una de las dimensiones que todos tenemos en común. Así lo demuestra la experiencia del Covid-19. ¿La enfermedad es más que antes un elemento de nuestra vida de cada día?
«La enfermedad y la vulnerabilidad forman parte de la vida, de nuestra existencia, del hecho de ser "mortales". Pero tenemos que movilizar recursos para que haya modelos de asistencia "humanos", que fomenten la dignidad de las personas. Hemos dejado de lado a los ancianos y a los pobres. ¿Nos hace eso sentir mejor? ¿Hemos ahorrado dinero y recursos? No lo creo. De hecho, estoy seguro que no. Somos la sociedad del "derroche" que se comporta con los "descartados" como con los envases de plástico: los tiramos al mar. Yo me pregunto: ¿para salir de la rastrera melancolía de nuestro frustrado delirio de omnipotencia, que ahora es angustia colectiva, existe una manera más emocionante que un estilo social que destina todos los recursos de la comunidad a la escuela compartida, al trabajo compartido, al cuidado compartido de kilómetro cero? ¿No debería el poder económico global mostrar en este campo y no en la bolsa la prueba más creíble de sus promesas (que nosotros financiamos)?».

Usted habla de una «transformación de la interconexión en solidaridad». ¿Cree que resistirá al progresivo final de la emergencia?
«Al final quedará en pie un solo gran tema: la fraternidad universal. Estamos interconectados. Somos hermanos y hermanas. No es solo biología: es la raza humana. Es la sustancia de la biología. Los demás dependen de mí, y viceversa. Esta es la lección de estos días. Hagamos lo que nos corresponde como ciudadanos. Lo estamos haciendo. Luego que los políticos hagan lo propio para diseñar sociedades realmente solidarias y para que haya oportunidades de desarrollo económico, social y cultural para todos. Y que los científicos no cedan al soberanismo, ala presión de la política o del mercado, colocándose en el pedestal de la única verdad para este tiempo. Incensar y adorar la estatua del emperador –sea quien sea– nunca es una buena práctica».


En la Nota de la Pontificia Academia aparece repetidamente el concepto de «ecología integral», tan del agrado del papa Francisco. No se trata, pues, únicamente de protección del ecosistema...
«Cuidar es el "territorio por explorar" de la Iglesia de mañana. Y "cuidar" no implica solo a los demás, sino también el medio ambiente y el hábitat. La naturaleza, la ciudad, la sociedad humana tienen que convivir más felizmente, a la altura de las transformaciones actuales. Todavía no ha empezado a ocurrir en serio. No hay que habitar el mundo en vano, consumiéndolo despreocupadamente. Tenemos que entregarlo en mejores condiciones a las futuras generaciones: la indiferencia ética por la transmisión de la vida, en la que se está asentando nuestra cultura secularizada, es la vergüenza de esta época. El testimonio de la fe no se rige por el interés en complacer a una ideología ecologista o a un comunitarismo particular. No se debe malinterpretar la voz del Papa en este punto. La fe cristiana está llamada especialmente a mantener la belleza del lazo entre las generaciones, reserva afectiva de amistad social y de fraternidad civil. La transmisión de la vida del espíritu y la iniciación a su misteriosa promesa es el mandamiento "cero" de la creación, que precede a cualquier otro».

El libro, la colección y el autor
El ensayo de monseñor Vincenzo Paglia, «Pandemia e fraternità. La foza dei legami umani riapre il futuro», es una publicación de Piemme (68 pág., 2,99 Euros). El texto es un instant book de Molecule, una colección de ebooks de varios autores que reflexionan sobre varios puntos de vista sobre temas asociados a la emergencia del Covid-19. En venta a 2,99 euros. Vincenzo Paglia (1945), arzobispo, anteriormente obispo de Terni, es presidente de la Pontificia Academia para la vida y asesor espiritual de la Comunidad de Sant’Egidio, en cuya órbita trabaja para la asociación Uomini e Religioni que organiza encuentros ecuménicos e interreligiosos. Es autor de artículos de ámbito religioso y social.

 

Paolo Conti

(Traducción de la redacción)

Artículo del Corriere della Sera