Los nuevos rostros del hambre que ha creado la pandemia en Ciudad de México

El País encuentra a Sant’Egidio "en la calle" con los pobres

En Ciudad de México la situación sigue empeorando tras una emergencia sanitaria de cinco meses y las "colas del hambre" son cada vez más largas en una ciudad en la que el 51% de la población vivía ya sin poder satisfacer las necesidades primarias –informa El País, que ha encontrado a la Comunidad de Sant’Egidio mientras repartía alimentos en la calle Génova, en el barrio Cuauhtémoc de la capital mexicana.

La demanda de alimentos crece, se presentan más de 600 personas cada vez. La Comunidad reparte alimentos allí desde hace cinco años, pero la pandemia ha transformado esta caridad: las comidas repartidas superan ya las mil y se reparten más días. Ahora repartir alimentos por la calle es la respuesta a una nueva pobreza y a situaciones más extremas.

Solo en la capital han perdido el empleo 197.000 personas. En todo el país hay 12 millones de desempleados a causa de la crisis económica provocada por la epidemia.

 

Los rostros de la crisis social y económica

Sergio, 47 años, músico, es uno de los recién llegados. Su vida antes de la pandemia era estable, tenía trabajo, pero ahora queda lejos la idea de hacer fiestas y Sergio no cuenta con muchos recursos. "Me vi en una situación bien fea, nunca había tenido que pedir comida. Un día pasando por aquí pregunté para qué era la fila y ya me contaron".

Jorge, 34 años, trabajaba en una fábrica de botellas de plástico, que le echó a él y a muchos compañeros suyos. Sin un sueldo, los ahorros terminaron y tras dos meses sin pagar el alquiler, el propietario lo desahució. "Es la primera vez que vengo a un lugar a pedir comida y la primera vez que vivo en la calle".

Socorro, 78 años, fue al centro de reparto porque se lo dijo una amiga. No puede seguir el consejo de quedarse en casa porque paga un alquiler de 1200 pesos, y su pensión es de 1340. Antes vendía juguetes en los mercados callejeros del barrio, ahora  sigue luchando para no acabar en la calle.

Fuente: El País