Managua, el elocuente silencio del crucifijo carbonizado. Editorial de Andrea Riccardi en Familia Cristiana

Managua, el elocuente silencio del crucifijo carbonizado
14 de agosto de 2020


El atentado perpetrado en la catedral el 31 de julio debe alarmar a todo aquel que se preocupe por la libertad religiosa.

En las últimas semanas se ha hablado mucho sobre la transformación del Aghia Sofia, Santa Sofia de Constantinopla, de museo a mezquita (había sido una basílica cristiana hasta la conquista otomana de la ciudad). Cambiar el uso de los lugares de culto o golpearlos tiene un fuerte valor simbólico.

Casi nadie, sin embargo, ha hablado de la catedral de Managua, quizás porque está en la capital de un pequeño país centroamericano, Nicaragua, de 6.300.000 habitantes. Pero es un hecho grave y emblemático del clima de odio que allí se está instalando.

El 31 de julio se perpetró un atentado con cóctel molotov contra la Catedral de la Inmaculada Concepción, una referencia para la ciudad. Se prendió fuego a un crucifijo del siglo XVII, objeto de devoción popular ante el que Juan Pablo II se había arrodillado y rezado. La bomba troceó una estatua de la Virgen. Incluso el tabernáculo fue volado y profanado. El hecho ha conmovido a los católicos. No es un acto perpetrado por un loco, sino la expresión de un nuevo "anticlericalismo", es más, de odio religioso. Varios ataques a iglesias precedieron a este acto extremo contra la catedral. Es paradójico que esto suceda en un país que tiene como lema En Dios confiamos.

Pero, ¿en qué Dios confían hoy los nicaragüenses? Nicaragua era un estado 97% católico en 1910. Hoy la mitad de sus ciudadanos son neoprotestantes o neocarismáticos, con una actitud a menudo crítica, si no hostil, hacia la Iglesia católica. El gran cambio religioso - del catolicismo al neocristianismo - es común a muchos países centroamericanos: en Honduras los católicos han disminuido al 46%, mientras que en El Salvador y Guatemala son la mitad de la población. Sin embargo, sigue habiendo un pueblo católico, sencillo pero creyente, como el que reza alrededor del antiguo crucifijo de la catedral de Managua.

El clima de odio no proviene solo de un trasfondo anticatólico, sino también de la política o fomentado por ella. De hecho, la Iglesia ha tomado una actitud crítica hacia algunas elecciones del presidente Ortega, la última de las cuales es la negación de la existencia del coronavirus, sobre cuyo peligro la Iglesia ha llamado la atención. La Arquidiócesis de Managua habló de "el odio a la Iglesia Católica y su labor evangelizadora". Espero que se aclaren las responsabilidades y las razones de este increíble atentado. Pero la catedral de Managua, lugar de fe pero también refugio del espíritu de la paz, ha sido herida por un acto de odio antirreligioso.

Esta herida también nos afecta un poco a todos, aunque estemos lejos. Es un asunto grave para todos aquellos que creen en la libertad religiosa y repudian la política de intimidación con violencia.

Los medios de comunicación prestaron poca atención al atentado a la catedral de Managua, pero estamos ante un proceso de barbarie que podría continuar: el odio religioso y la intimidación a los creyentes. No es necesario examinar la "política" de la Iglesia en Nicaragua, solo decir con fuerza que una iglesia es un espacio consagrado para la oración y un lugar de paz. Ese crucifijo carbonizado representa nuestra paz. Frente a este crucifijo (como escribió un filósofo italiano que no era un católico devoto) no podemos dejar de llamarnos cristianos.

 

 

Traducción de la redacción de la fuente: https://www.riccardiandrea.it/2020/08/managua-leloquente-silenzio-del.html
Editorial de Andrea Riccardi sobre Famiglia Cristiana del 16/8/2020