Qué hemos visto en Bihac: nueva misión de ayuda de Sant’Egidio a los migrantes de la ruta balcánica

Una nueva misión de la Comunidad de Sant’Egidio se encuentra estos días nuevamente en Bihac para llevar ayuda a los migrantes que están retenidos a la frontera con Europa. Publicamos a continuación el testimonio de uno de ellos: 

Bihac es la primera ciudad que encuentras después de la frontera croata. El cambio de perspectiva es destacado: de las últimas iglesias del territorio croata se pasa a los minaretes de los primeros pueblos bosnios. En Bihac viven casi treinta mil personas, pero al entrar a la ciudad se ve que en los últimos meses la cifra ha aumentado.

Por todas partes, filas de jóvenes con una mochila a cuestas caminan en direcciones desconocidas. Son afganos, paquistaníes, iraquíes y casi todos han llegado a Bosnia pasando por Turquía, Grecia, Macedonia del Norte y Serbia. Evidentemente, es un itinerario que recorren a pie. Todos tienen la misma esperanza: llegar a Europa, especialmente a Italia. Muchos ya lo han intentado, pero no lo han logrado, no han ganado el game. Hace unas horas hemos conocido a algunos que iban a hacer el game.

En Bihac todo empieza en una llanura de la periferia. Frente a una montaña, que en este periodo todavía está pintada con un poco de nieve, detrás del monte está Croacia y una frontera que no es acogedora. Al entrar en la llanura un pequeño campamento cobija a algunos migrantes que esperan su turno para empezar el viaje. Vamos a saludarlos, les pedimos cómo se llaman y escuchamos sus historias, todas muy parecidas. En algunos casos lo único que cambia es el número de intentos para ganar el game. Para llegar a Croacia desde allí hacen falta veinticuatro horas, en las que se camina, se para, se acecha y se vigila para saber cuándo es el momento adecuado para cruzar la frontera y no ser visto por la policía croata. En Bihac, mientras tanto, la vida sigue como si nada.

Los habitantes del lugar hacen su vida como si no hubiera migrantes. Aun así, son bien visibles. A orillas del río Una, que atraviesa la ciudad, hay un edificio en mal estado que tenía que ser una residencia de lujo para ancianos. Hoy no es más que una estructura de cemento sin puertas ni ventanas donde se refugian muchos jóvenes. En cuanto se despiertan, todos bajan al río para lavarse la cara y para coger agua de la que beberán, cocinarán y lavarán platos y ropa. No es difícil entablar amistad con ellos: muchos hablan inglés y tienen ganas de explicar toda su vida. La familia que se ha quedado en casa, el viaje, el game, la violencia que han sufrido, pero también los sueños, las esperanzas y las ganas de futuro. Cerca de allí entramos en una casa grande, quizás habría sido una tienda. Subimos las escaleras y vemos camastros en medio de escombros. Casi de repente estamos a nivel del techo y se acercan otros jóvenes. Con la ayuda de los amigos de JRS les damos mochilas y zapatos, bienes de primera necesidad para terminar el game. También allí oímos muchas historias. Shazam nos dice que llegó a Trieste junto con treinta personas más. La mitad se pudieron quedar, la otra mitad fue expulsada a Eslovenia y de allí, como en una pesadilla, primero fueron trasladados a Croacia y luego a Bosnia.

Cerca de allí, a unos setecientos metros de altitud, está Lipa. En una zona aislada, el nuevo campo acoge a seiscientas personas. Está frente al campo que ardió a finales del año pasado. Hay tiendas, hace unos días llegó el agua caliente, hay un lugar para rezar, una gran tienda a modo de comedor, se está construyendo un lugar donde los migrantes podrán cocinar. Mientras esperamos para visitar el campo conocemos a un hombre paquistaní que vivió en Nápoles y que habla un discreto italiano. No está contento por vivir en el campo, aunque dice que la comida es buena. Quiere volver a Italia. Nosotros le deseamos que pueda hacerlo y su respuesta es la de muchos, quizás todos: inshalá.
Después de Lipa volvemos a Bihac. Por el camino encontramos las habituales filas de jóvenes que caminan sin parar hacia un futuro incierto. Pero en sus caras, en sus ojos, en sus sonrisas se ve la esperanza al alcance de la mano, no se rendirán...

 

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