Niños migrantes guatemaltecos vuelven a abrazar a sus padres en EEUU gracias a la ayuda de la Comunidad de Sant’Egidio de México

Un signo de Pascua en una de las fronteras más dramáticas de la emigración

Ha pasado poco más de un año desde la misión de las Comunidades de América Latina a Tapachula, en la frontera sur de México que nos ha permitido expresar en nombre de todas las Comunidades del mundo la cercanía y la solidaridad a los numerosos migrantes que desde América Central, y también desde África y el Caribe, intentan llegar al norte del continente esperando encontrar seguridad y mejores condiciones de vida.

La Comunidad de Sant’Egidio de México, durante todo este año, ha mantenido abiertos los contactos con los principales lugares de tránsito de los migrantes del país intentando ver cómo seguir ayudando a aliviar el sufrimiento de cientos de personas atrapadas en las fronteras cerradas también a causa del covid-19. En realidad, nuevas disposiciones del Gobierno mexicano, debidas precisamente a la pandemia, hacen que los menores migrantes no acompañados y atrapados en México, provenientes de Guatemala, El Salvador y Honduras, no sean repatriados.

En el cuadro de esta nueva normativa hemos podido pedir la autorización para hacer de tutores temporales , y así acompañar a los menores en su viaje por México y entregarlos en la línea fronteriza a sus padres, residentes en EEUU.
Con el apoyo del padre Alejandro Solalinde, director del Centro de acogida de migrantes de Ixtepec, en el sur de México, querido amigo de la Comunidad, hemos encontrado a un primer grupo de niños que tenían a sus padres en EEUU y que podían demostrar legalmente su paternidad.

Después de preparar la documentación, César y Susana, de la Comunidad de Ciudad de México acompañaron durante más de 1500 kilómetros a este primer grupo de 7 niños que el domingo de Ramos pudieron entrar en EEUU y volver a abrazar a sus padres, a los que no veían desde hacía años.

El largo viaje en automóvil, avión y furgoneta duró dos días y permitió que los niños vieran muchas cosas del gran México, como la hermosa Ciudad de México y los amigos de la Escuela de la Paz, que recibieron a los niños guatemaltecos con alegría y entusiasmo durante su estancia en la capital.