Mansedumbre y generosidad: los nuevos mártires y la valentía del Evangelio. Artículo de Andrea Riccardi

Solo en 2021 fueron asesinados 22 misioneros. Su sangre es una profecía de paz y un testamento que debemos honrar

Mansedumbre y generosidad: los nuevos mártires y la valentía del Evangelio

  
Solo en 2021 fueron asesinados 22 misioneros. Su sangre es una profecía de paz y un testamento que debemos honrar

En Port-au-Prince, capital de Haití, asesinaron a una Hermanita del Evangelio, Luisa Dall'Orto, de 65 años. Trabajaba en una de las muchas bidonvilles de la ciudad, Cité-Okay, donde reinan miseria y violencia. Hablando de su centro que se erigía entre las barracas dijo: «En esta zona no hay ni un espacio para los niños... Kay Chal es el único oasis donde pueden encontrarse, estar juntos, hacer los deberes y vivir su infancia, que a menudo se les niega o es encadenada». Los niños, en gran parte, provienen de la provincia. Los envían a la ciudad para trabajar para familias acomodadas. Muchas veces son pequeños esclavos a quienes se les roba la infancia. En criollo les llaman los  restavek .

¿Por qué asesinaron a la hermana Luisa? Había decidido estar en un mundo violento para ayudar a los niños. Seguramente el trabajo de la religiosa impedía que los niños fueran carne de cañón de la criminalidad. Había que terminar con ella. A pesar del ambiente y el clima violento, decidió quedarse con sus niños. 

Es un martirio. ¿Qué problema suponen para los violentos cristianos como ella, hasta el punto de ser asesinados? Es una pregunta que repetimos estos días, cuando vemos morir a tantos cristianos. ¿Por qué? Recientemente dos jesuitas han sido asesinados en la iglesia de Cerocahui, un pequeño pueblo de la Sierra Tarahumara, en México. Intentaban defender a un hombre que había entrado en el templo huyendo de un hombre armado. Los tres fueron asesinados. La Sierra Tarahumara, una región olvidada, se ha convertido en una zona de acción de los narcos. Los jesuitas fueron asesinados porque defendían a un hombre y consideraban que la iglesia es un espacio de refugio. 

En Owo (Nigeria) vivieron un Pentecostés sangriento. Hombres armados entraron en la iglesia de San Francisco Javier durante la misa y dispararon a discreción. Asesinaron a varias decenas de cristianos.

Ir a misa el domingo en algunas regiones del mundo es un acto de valentía, porque los terroristas atacan vilmente a los cristianos indefensos que rezan. En los últimos meses han sido asesinados varios sacerdotes católicos en Nigeria. Es un trágico balance. 

En el mundo, durante 2021, cayeron 22 misioneros, hombres y mujeres, a manos de la violencia. ¿Por qué? No tenían enemigos y no luchaban contra nadie. Puede haber varias explicaciones de lo ocurrido, pero hay una constante que unifica todos estos casos dolorosos: quisieron atacar a personas indefensas que vivían por la paz y al servicio de los más débiles, y en muchos casos en situaciones conflictivas. 

La mansedumbre y la generosidad de su vida ha sido una manera de hacer frente concreta y silenciosamente a las acciones violentas, a las bandas criminales, al fanatismo religioso y a la explotación de la gente. Por eso debían morir, para que ya no hubiera testigos de que se puede vivir de otro modo, sin asesinar y buscando el bien de los demás. 

Su sangre derramada no es una noticia que archivar. Estas vidas rotas nos hablan a todos: son un testamento que las comunidades cristianas del mundo están llamadas a honrar. 

Es el gran y humilde mensaje de que se puede vivir para el Evangelio y para los demás sin intentar salvarse a uno mismo a toda costa. El cristianismo de nuestro siglo no es solo el cristianismo de cristianos un poco perezosos y cautelosos, sino el de gente que ha decidido vivir para el Evangelio. 

Los nuevos mártires del siglo XXI hablan a la conciencia de cada persona y son una predicación viva de que es posible vivir el Evangelio de las Bienaventuranzas. Por eso han sido asesinados: había que acallar su humanidad evangélica, porque representaba una profecía en un mundo violento que no quiere ni ver ni escuchar ni hablar. Prefiere asesinar. 

 

Artículo de  Andrea Riccardi en Famiglia Cristiana del 17/7/2022

[Traducción de la redacción]