La persecución global de los cristianos.

La persecución global de los cristianos.

La gente muere por ser católica en Indonesia, India, Corea del Norte, Irak, Siria, Egipto, Nigeria y Kenia. Los cristianos del norte del mundo, como los católicos italianos, no pueden olvidarlos ni deferir su humanidad

Es increíble y vil lo que ocurrió en Owa, en el suroeste de Nigeria, el domingo pasado, fiesta de Pentecostés: cuarenta mujeres, hombres y niños que rezaban, indefensos en la iglesia católica de San Francisco Javier, fueron asesinados por terroristas. Hubo también muchos heridos. Nadie ha reivindicado todavía el sangriento ataque, perpetrado precisamente en un día en que los cristianos celebran Pentecostés con solemnidad e intensidad.
Nigeria, uno de los países más grandes y poblados de África, donde el 46% de los habitantes son cristianos (11% católicos) y el 53% musulmanes, ha sido escenario durante muchos meses de violencia contra los cristianos. Una violencia que se abate sobre ellos –aunque no en este caso– también por una ley fantasma sobre la blasfemia (no codificada como está en Pakistán) que castiga con la muerte a los acusados de ofender a la religión islámica.
Es algo que nos recuerda la realidad: los cristianos de hoy son perseguidos. No por sus posiciones políticas ni por su peso social, sino porque son cristianos. La persecución es una situación que comparten muchos cristianos en muchas partes del planeta. La vida de las pequeñas comunidades dispersas por todo el vasto mundo, así como el itinerario de millones de vidas individuales, están en jaque. Muchos son amenazados, intimidados, agredidos. En varias regiones, los cristianos son perseguidos. Es la religión más perseguida del mundo. Son víctimas de la violencia generalizada, el odio religioso y la desconfianza de los regímenes que los discriminan.
En Pakistán, se producen agresiones contra comunidades aisladas y minoritarias con una frecuencia dramática. A menudo se usa la acusación de blasfemia, que en realidad oculta resentimientos o intereses personales sobre tierras, viviendas o actividades económicas. No hay que olvidar a los cristianos de Indonesia, India, Corea del Norte, Irak, Siria, Egipto, Nigeria o Kenia, donde la gente muere porque va a la iglesia, o donde queman iglesias y escuelas cristianas. En China, donde la libertad religiosa está reprimida.
Los cristianos son perseguidos por la fe, por la vida no violenta.  Algunos mueren mientras practican la solidaridad con los pobres. Otros liberan a los jóvenes de las mafias desafiando la cultura del miedo y la muerte. La mayoría de ellos vive en el sur del mundo en condiciones de pobreza o minoría. ¿Cómo olvidar todo esto?
Hoy en día muchos sacerdotes, religiosos y monjas son asesinados o secuestrados. No son solo los misioneros, los que sufren, sino muchos fieles. En varias regiones del mundo hay odio y desprecio hacia ellos, o incluso la voluntad de eliminarlos, como ocurrió en las antiguas Iglesias de Oriente, en Irak o en Siria. Los cristianos, en nuestros días, como ocurrió el domingo en Nigeria, y a menudo en Egipto, arriesgan sus vidas para participar en la liturgia dominical en muchos países. En el siglo IV, los mártires de Abitina decían: «Sin el domingo, no podemos existir».
Los cristianos del norte del mundo, como los católicos italianos, no pueden olvidarlos ni delegar la ayuda solo a las instituciones. Hace falta una solidaridad viva y consciente. Además, la amnesia por el sufrimiento de los cristianos en el mundo viene de lejos. Hemos olvidado la masacre de cristianos en el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial: más de un millón y medio de armenios, y también católicos (caldeos, siríacos, latinos) junto con los sirios ortodoxos, los protestantes y los asirios. El recuerdo de aquella primera masacre se perdió pronto, y los cristianos orientales se han quedado solos con sus dolores. Aún hoy, en Oriente Medio, sus descendientes son perseguidos severamente.
¿Por qué se habla tan poco de ello? Ante todo, porque los perseguidos viven fuera de nuestro horizonte, en países del Sur. Los cristianos occidentales no podemos olvidarlos. Deben entrar en nuestro horizonte de cada día. Su recuerdo nos pide que salgamos del victimismo típico de los hombres y mujeres consumistas, que pensemos, recemos y luchemos por la libertad religiosa y que seamos solidarios y no distraídos. 

[Traducción de la redacción]


[ Marco Impagliazzo ]